El dolor tenía muchas maneras de presentarse y nunca pensé que pudiera conocer la mayoría. No creí que alguna vez pudiera sorprenderme tampoco, no después de ser la pieza favorita de Caos.
Me derrumbé frente al ataúd de Carmen y lo volví a hacer en ese momento, en medio del pasillo y con cientos de ojos juzgándome desde tantas direcciones que era incapaz de apreciar todas. Los brazos de Nate rodeaban mi pequeño cuerpo, sirviendo de apoyo, pero mi mente estaba viajando tan rápido por tantos recuerdos que sentía mi cabeza a punto de explotar al mismo tiempo que mi corazón golpeaba fuertemente en mi pecho, taladrándome con fuerza.
Quería gritar y apenas podía hablar, no después de que Nate cubriera mi boca con las manos a sabiendas de que ahora mismo cualquiera cosa que dijera podía delatarnos.
―Está teniendo un ataque de pánico ―dijo en respuesta a todos los ojos curiosos que nos miraban. Tiró de mí, intentando alejarme, pero mis ojos estaban fijos en una persona. Toda mi persona se veía atraída por ella―. Marcus, vamos, campeón.
Me revolví en sus brazos. Necesitaba respirar.
No estaba equivocado al decir que era un ataque de pánico.
Varias imágenes aparecieron ante mí, como una proyección, y quise vomitar al recordarlas.
La oscuridad habría devorado aquella tétrica y siniestra sala de no ser por la chimenea que había junto al escrito. Justo donde ahora estaba sentada, ciertamente acongojada y anonadada por el ser que hacía unas pocas horas había liberado. El artilugio que había hecho eso posible, el extraño brazalete, se aferraba a mi piel haciendo que fuese imposible que me lo quitase.
El misterioso hombre me miró de arriba abajo y sus penetrantes ojos negros llamaron mi atención. Era extremadamente guapo, atractivo, caliente... Demasiados adjetivos entre los que elegir.
―Tú me liberaste. Lo menos que puedo hacer por ti es concederte un deseo.
―¿En serio?
El hombre sonrió con tanta elegancia que mis mejillas se cubrieron de un rojo intenso, especialmente cuando dio un paso en mi dirección y acercó su rostro al mío hasta quedar a pocos centímetros de distancia. Me quedé atontada viendo su bello rostro, inconsciente de todo lo que provocaba en mí con pequeños gestos. Su sola mirada era peligrosa.
Era fuego, pecado, poder...
―Claro que sí ―respondió―. Pero, ¿no vas a decirme tu nombre?
―Emma.
―Emma ―repitió, ladeando la cabeza hasta quedar sus labios sobre mi oreja―. Es bonito.
―¿Me concederás el deseo?
―Solo tienes que decirme...
―Protégeme, a mí y a los míos. Sé nuestro escudo en la oscuridad.
ESTÁS LEYENDO
Caos
ParanormalCaótico. Ambicioso. Oscuro. Sensual. No hay adjetivos suficientes para describirlo. Es un monstruo que yo misma liberé. Un deseo que me condenó al peor de los pecados. Y ahora que ha vuelto buscando venganza, sabe que caeré en sus garras porque no p...