60. Epílogo

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Dos años después.


―¡Vamos, Em! Tenemos que asistir a una boda antes de que se convierta en un funeral.

Hice una mueca ante semejante comparativa.

―No creo que Nate y Amanda se pongan a pelear en su propia boda ―dije en defensa de mis mejores amigos―. Por el bien de su luna de miel, sería lo mejor.

―¿Te imaginas que Nate suelta alguna burrada y Amanda lo deja fuera del hotel?

Caos sonrió mientras dejaba dos cajas en el maletero y pasaba por nuestro lado al volver hacia la casa.

―¿No lo hizo ya en su pedida de compromiso? ―nos recordó Caos al pasar por nuestro lado, de camino al maletero donde depositó dos de nuestras paletas. Y luego se volvió hacia la casa para seguir con el resto.

Íbamos a pasar el próximo mes en Tailandia por la boda de Amanda y Nate; por lo que había que estar bien preparados para un viaje tan largo. Y eso se traducía en dos sencillas palabras: mucho equipaje.

La feliz pareja se había comprometido hacía varios meses atrás, pero no se pusieron a organizar su propia boda hasta relativamente hace poco. Aún se estaban acostumbrando a vivir en un país muy diferente al suyo después de que Nate consiguiera un puesto en una de las empresas de marketing más importantes de Bangkok.

Y nuestro plan era muy fácil: pasar un mes entero de vacaciones en un país tan exótico como Tailandia después de asistir a la tan esperada boca. Y no éramos los únicos con esa idea. Max también se había unido, y no solo él, también su pareja.

―Em, organiza el maletero ―me pidió Cristian―. A ti se te da mejor que a Caos.

―¡Oye! ―se escuchó desde el interior de la casa.

―Solo digo la verdad, brujo.

―Está en lo cierto ―dije con una sonrisa―. El tetris es lo mío.

Por el contrario, Caos era un jugador nefasto.

Coloqué las maletas de tal forma que en el maletero pudieran entrar las que todavía faltaban, dejando espacio para las últimas bolsas que resultaban ser las más dinámicas por su menor tamaño y dimensiones. Las mochilas que llevaríamos a nuestras excursiones, nunca mejor dicho.

Habíamos acumulado más cosas de las que podíamos subir al avión en los últimos dos años. No era una mudanza completa, pero sí teníamos que llevarnos gran parte de nuestras pertenencias. Nuestra modesta casita no era nada del otro mundo, aunque el dinero de Caos podría habernos asegurado una gran mansión en el lugar más caro de todo Comillas, en el norte de España, e incluso, en primera línea de playa. Nos habíamos mudado aquí para desconectar y vivir esa paz que siempre buscamos, mientras Cristian y yo seguíamos con nuestras carreras de forma online, a distancia, solo desplazándonos para los exámenes.

CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora