32. La verdad de la bestia

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Lulú desapareció de mi radar desde la noche de Halloween, en la fiesta, y al igual que ella, también lo hizo Benjamín

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Lulú desapareció de mi radar desde la noche de Halloween, en la fiesta, y al igual que ella, también lo hizo Benjamín. Ambos habían hecho acto de aparición al día siguiente, ya entrada la tarde, cuando estaba encerrada en mi cuarto. No pude ver a ninguno para atosigarles a preguntas, tenía mucho de qué hablar con Lulú. Que no hubieran aparecido en toda la mañana dejaba claras muchas cosas y quería información jugosa y de primera calidad que me sirviese para meterme con ellos.

En especial, con mi querida amiga que tanto disfrutaba marujear sobre Alister y las miraditas que procuraba regalarme cuando todo el mundo miraba, sin disimulo alguno.

Por el contrario, Alba no se mantuvo en la sombra por mucho tiempo. Apareció en el comedor como otro día cualquiera, como si no le hubiera arrancado de cuajo la cabeza y desangrado hasta arrebatarla toda la sangre de su cuerpo en mi momento de locura por el dolor producido por la daga y el deseo de proteger a Nate de cualquier peligro. Sin embargo, al verla tan amigable y viva, desconfié. No sabía a quién había matado ni a quién estaba viendo ahora. Fuese lo que fuese, no era normal. Y eso me hacía preocuparme.

En la tarde, después de pasar las dos últimas horas corriendo detrás de una pelota, soportando los gritos de mi equipo ante la victoria absoluta del grupo comandado por Alister y de la indiferencia de Nate hacia mí, me refugié en la biblioteca. Primero fui a darme una ducha a la habitación dado el sudor que cubría cada centímetro de mi piel. Estaba agotada, aunque tampoco tanto. Mis reservas eran mucho más amplias que en el pasado y era difícil cansarme.

Quizás, mi agotamiento no fuese físico y sí mental.

Quizás, simplemente quería apagar las voces de mi cabeza.

Quizás, lo mejor era dormir y buscar paz en los brazos de Morfeo.

Al vestirme de nuevo, esta vez con el uniforme y las vendas presionando mis pechos, un mensaje de Amanda me quitó la poca fe que tenía de que este día mejorase. Había mandado un recordatorio para este fin de semana, nos íbamos a reunir en el apartamento para ordenar la información recopilada hasta ahora, y como ella bien subrayó en negrita, "de cosas problemáticas que se pasaron por alto". En realidad, no habían sido ignoradas, más bien, ocultadas a simple vista.

Y las escondí con un fin.

Porque al igual que Caos, también prefería proteger a los míos antes que a mí.

La biblioteca estaba prácticamente vacía cuando llegué. La mayoría del alumnado se concentró en el patio, en torno a los campos de futbol y baloncesto, para ver a los diferentes equipos entrenar entre ellos. La poca gente que se quedó estudiando estaba reunida en los primeros pasillos. Gracias a eso, tenía las mesas del fondo para mí sola.

Escogí una cerca de la ventana, aunque la vista estuviese prácticamente arruinada por la copa de un enorme árbol que la cubría casi por completo. Perfecto para no distraerse. Porque Alister sin camiseta, corriendo de un lado a otro, como había estado las dos horas anteriores, era una distracción del todo bienvenida en cualquier momento del día.

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