49. Una sorpresa no grata

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Después de la tregua y consolidar el nuevo grupo, se decidió bajar al pueblo para contar a Amanda y Sandra toda la verdad, igual que se hizo con Nate, con el fin de que se unieran a nosotros y pudiéramos dejar los secretos y las divisiones atrás p...

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Después de la tregua y consolidar el nuevo grupo, se decidió bajar al pueblo para contar a Amanda y Sandra toda la verdad, igual que se hizo con Nate, con el fin de que se unieran a nosotros y pudiéramos dejar los secretos y las divisiones atrás para derrotar a Agnes.

Esperaba que ambas comprendiesen la magnitud de las cosas y decidieran dejar los reproches para cuando todo acabase. Pero, en especial, esperaba que Amanda no me temiera más por el monstruo chupasangre que ahora era. Habiendo matado de algún modo la humana que una vez fui. Se mostró nerviosa ante mí, aquella vez que me enfrentó.

¿Ahora? ¿Con las verdades al descubierto? No sabría predecir su reacción.

Al ser fin de semana no hubo problemas para descender de la montaña. Lo complicado fue convencer a Alister y al resto del grupo, sobre todo a Lulú, de que teníamos asuntos pendientes que requerían unas cuantas horas a solas.

Algo familiar, dije yo.

Algo complicado, dijo Nate.

Acordamos encontrarnos por la noche si conseguíamos solucionar nuestros problemas a tiempo. Eso fue lo que terminó por contentar a todos, la promesa de fiesta y alcohol. Incluso Tomás accedió a desprenderse de su móvil e ir, si al final se daba por bueno el plan y se ponía en marcha. Hubiera deseado que fueran otras las circunstancias, porque su incorporación me habría sacado una gran sonrisa en el rostro. Él era el más introvertido, y era gratificante saber que estaba lo suficiente cómodo con nuestra compañía para acceder a salir de su zona de confort.

Cristian y Max se reunirán con nosotros en el pueblo, no saldríamos juntos del King's Collage. Desconocía qué excusa habían empleado cada uno, o si tan siquiera alguien más que ellos mismos sabían de sus intenciones. Se mantuvieron en silencio durante toda la conversación en el comedor, y el único movimiento que me llamó la atención de su lado de la mesa fue la mirada de Cristian.

Después de la conversación de la azotea, ya rara vez se reprimía en cuanto a mí. Si quería mirarme, lo hacía. Si quería llamarme por mi nombre, aunque fuese en un susurro, lo hacía. Si quería tocar mi mejilla, lo hacía. El público pasaba a ser insignificante a sus ojos, y a veces, también para los míos.

Nada era igual al pasado. Esas personas habían muerto de diferentes maneras, uno por el fuego y otro por las mentiras. Éramos versiones diferentes de aquellos jóvenes...

No habíamos vuelto a besarnos desde la última vez, cuando el Gato nos atrapó en sueños. La herida en mi brazo aún persistía, como la cicatriz de mi muñeca. Y era extraño. Ambas presentaban similitudes que me asustaban.

Tenía que encontrar el momento para preguntarle a Caos, pero había estado atrapada en su biblioteca, buscando alguna pista sobre lo que debía hacer para acabar con el mal que nos acarreaba: Agnes. Caos tenía sus hipótesis, muchas de ellas apoyadas por la investigación de Carmen, pero no había más material que revisar en su extensa biblioteca. Lo que debía leerse, ya había sido leído por uno o por otro. El material era el que había, nada más. Y eso no nos proporcionaba mucha más idea que la de que el poder de Agnes estaba ligado a una cosa: el Gato.

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