22. Un juego de tres (+18)

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En un momento perdido del pasado

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En un momento perdido del pasado...

Los besos más peligrosos eran aquellos en los que no solamente se compartía amor, o el cariño mutuo que podía existir, también estaba el desenfreno, la pasión y el deseo primitivo. Una crudeza casi animal que tomaba el control de tu cuerpo y lo conducía a unos límites que rara vez eran superados, obsesionando hasta el más puritano.

Eso era Caos en estado puro. Una mezcla peligrosa a la que me había vuelto adicta.

―Abre la boca.

No tuvo que pedirlo dos veces para que lo hiciera. Gustosa seguí su demanda.

―Eso es, my dear ―susurró sobre mis labios―. Déjame corromperte.

Sus palabras provocaron una mezcla de escalofríos con la excitación creciente de mi sistema, anhelando su toque más que nunca. Se movió, borrando la distancia y yendo al encuentro con mi boca, pero fui yo la que acortó los últimos centímetros y tomó lo que tanto quería.

No fue un simple toque, no hubiera sido suficiente de serlo.

Caos me veneraba con una pasión que me dejaba tiritando en sus manos, presa de su hechizo, mientras me arrojaba al profundo abismo de su deseo en el que no había escapatoria. Aunque no la necesitase... Amaba esa oscuridad y al monstruo que habitaba en ella, y no pensaba huir de él.

La sensación de su lengua contra la mía hizo que mi corazón retumbase en el interior de mi pecho. Pero fueron sus manos, y las de Cristian sobre mi cuerpo, las que me hicieron saber cuánto quería estar ahí. Entre sus brazos, protegida, deseada y amada. Una sensación de pertenencia como ninguna otra, tan abrumadora que nublaba mi vista con lágrimas y una tormenta de sentimientos acogedores que era incapaz de controlar.

Su cuerpo empujó el mío hacia atrás, hasta que mi espalda estuvo pegada al pecho de Cristian y mi culo cómodamente apoyado en su entrepierna. Ambos sentados en la cama. Podía sentir su mirada fija en mí, deseoso de unirse a nosotros en el beso, aunque sus dedos ya estuviesen entretenidos en mis pechos.

―Tiemblas en nuestras manos, Emma ―susurró Cristian a la altura de mi oído.

―Tan receptiva... ―dijo Caos, acariciando mi mejilla.

No era la única afectada, de eso estaba segura.

Cristian podía estar detrás de mí, y, si bien no lo veía, sentía su estado de excitación en el bulto creciente dentro de sus pantalones y en la cascada de besos que depositaba en mi garganta, en mi hombro y en mis manos.

―Emma...

―My dear...

Estiré mis brazos para rodear el cuello de Caos y atraerlo para fundirme en sus labios. Lo sentí sonreír ante mi iniciativa. Su palma se deslizó por mi piel hasta llegar a Cristian, rozando su garganta para dirigirse a su rostro, deslizando los dedos a través de sus labios. Un acuerdo tácito se fraguó en ese momento, porque justo después ambos se propusieron torturarme. Atacaron mis pechos de diferentes maneras, a través de caricias y mordiscos, que me hicieron arquear la espalda ante la invasión tan esperada como deseada.

CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora