10. Agua bendita, agua maldita (2º p.)

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Siguiendo la costumbre de la cinta en los ojos, Alister y Benjamín se ocuparon de trazar dos buenos nudos para que la pieza de tela no se desprendiera de nuestras cabezas

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Siguiendo la costumbre de la cinta en los ojos, Alister y Benjamín se ocuparon de trazar dos buenos nudos para que la pieza de tela no se desprendiera de nuestras cabezas. Era bastante traslúcida, no como la anterior, por lo que dejaba entrever el camino que trazaban mis pies con cada paso. Sin duda, todo seguía un aro de misticismo y secretismo que me resultaba de lejos lo más interesante que había visto en todo el día. Aunque no necesitaba de la vista para saber a dónde nos llevarían...

Al cabo de un rato, mis sospechas se confirmaron.

Las ramas secas se rompían bajo mis pies, con cada pisada, mientras notaba la acaricia de las hojas de los árboles que rozaban mis mejillas en ciertos tramos complicados, en los que la maleza ganaba terreno. Los novatos de diferentes cursos, ya no solo de último año, conformaban una fila delante de mí y podía escuchar sus respiraciones con detalle. Su miedo era palpable en el aire, más aún que la esencia del bosque. En algún lado, seguramente, debía estar Lulú.

Si bien había perdido a Nate, era cuestión de tiempo de que alguno de los dos nos encontráramos. Íbamos al mismo lugar después de todo. Hubiera preferido nunca volver ahí... Y ciertamente, tenía una vocecilla en mí que me alentaba a darme media vuelta y esconderme en mi habitación. Puede que la azotea fuese el lugar de reunión del grupo, pero la cascada que se escondía dentro del bosque tenía muchos más recuerdos congregados. Ahí fue donde Caos...

Mi cuerpo reaccionó al recordar un momento en concreto y sentí mis mejillas calientes. La sangre se concentró en mi cabeza y empecé a respirar entrecortadamente mientras daba pasos a ciegas y me acercaba más a la trampa del pasado.

―Ya estamos llegando ―avisó Benjamín al grupo.

Pasados unos minutos más de caminata, y de sentir que la cinta en mi cabeza intensificaba las traicioneras reacciones de mi propio cuerpo al recordar lo que viví en ese lugar, los veteranos detuvieron su paso y por consiguiente el nuestro, justo cuando la hierba alta del bosque había sido sustituida por un material liso y rocoso.

Estamos arriba de la cascada.

Entonces, al mismo tiempo que Alister se paraba detrás de mí y desataba la cinta, aprovechando para acariciar la piel de mi cuello con sus dedos, lo cual me pilló por sorpresa y me hizo pegar un salto, entendí por qué nos habían llevado allí.

―Queréis que nos tiremos ―dije, sabiendo que me escucharía.

Sin despegarse de mi lado, él sonrió.

―El pequeño saltamontes se lucirá de nuevo, ¿a que sí? Estoy seguro ―susurró mirándome únicamente a mí, antes de dirigirse al resto del grupo―. ¡Esta es la tercera y última prueba, novatos! ¡Y estoy seguro que todos vosotros sois lo suficiente listos para saber de qué trata!

―¡Es una locura! ―exclamó un chico de primero.

Ya cuando estuvimos libres de cualquier atadura, pude revisar a cada uno de los bandos: veteranos y novatos. Diferencié a Nate a unos metros de mí y a Lulú un poco más lejos. A esta última la saludé cuando ella notó que la estaba mirando y pude percibir lo nerviosa que estaba con el tiritar de sus manos al corresponderme el saludo.

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