03 | Tal vez no es tan malo

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E V A N

─Eres tan...

Ella besó mi cuello con ternura. Sabía que tenía su mano en mi nuca, acariciando.

Tan tierna mi Mon.

─¿Inalcanzable? ¿Sensual? ─cuestioné sonriendo. La luz del sol entrando a través de la cortina en la mañana era muy fuerte para mis ojos cansados.

─Bonito ─acabó ella. Para besarla mejor, la subí encima mío. Su panza suave y con vellos leves me hizo cosquillas─. Vas a llegar tarde al trabajo, ¿cierto?

─Puede ser ─besé su frente y después su nariz.

─¿Guille no va a retarte si llegas tarde? Recién es tu quinto día.

Honestamente, no estaba escuchando a Mon mientras hablaba, mis manos habían bajado a sus muslos y los estaba amasando para próximamente acostarme en ellos.

─Evan...

─Corazón, cinco minutos más, ¿se puede? ─preguntaba con necesidad─ Te extraño.

─También te extraño pero tienes trabajo, Ev. Vamos a vernos en...

─Unos días.

Su ánimo parecía bajar. Hizo una mueca de tristeza.

─Sí, unos días. Yo sí pienso en mi futuro ─bromeó─. Vamos, es solo una semana de prueba. La universidad lo vale.

─Universidad al otro lado de los distritos.

─Es... Evan, creí que no te molestaba.

─No, no, no lo hace ─me apresuré a contestar. La idea de que mi pareja se fuera al otro lado del mundo por cinco años para seguir sus sueños no me molestaba, me aterraba─. Sabes que siempre voy a apoyarte. Solo quiero que... No sé, te quedes conmigo cinco minutos más.

Ella inhaló en silencio, y sentí su cabeza apoyarse en mi pecho desnudo. Sus senos estaban muy blandos.

─Evan...

Su voz parecía a punto de romperse, por lo que me alarmé y me enderecé un poco, buscando sus ojos.

─Mi amor, ¿Pasa algo? ─la tomé por el mentón, haciendo que me mire─ Mon, ¿por qué estás triste? Te prometo que no me molesta.

Sus ojos se agüaron.

─Yo...

Ya sabía lo que se venía.

─Creo que esto no va a funcionar a distancia.

Y cuando ella largó en llanto, me arrepentí de pedir cinco minutos más.

D A R C Y

Mi compañero se veía extraño hoy. No porque unos días antes se haya negado a dirigirme la palabra a menos que le pidiera explicarme algo sobre plantas, me mirara horrible todo el día o directamente pasara de mí y además pareciera una persona completamente diferente cuando vinieran clientes; sino por una curiosa mueca de tristeza y una mirada apagada.

Su cabello negro estaba despeinado, raro en él. Sus ojos estaban perdidos en la nada mientras parecía concentrado. Cada tanto lo veía lagrimear y secarse casi avergonzado, y además de todo esto, había faltado a su primer turno del día.

Ahora yo barría mientras él atendía el mostrador, esperando.

─Oye, Evan... ─levantó su mano en signo de “Detente, joder” y ni siquiera quitó la vista de dónde la tenía pegada.

─¿Tienes una duda sobre plantas?

─Ouh, bueno, no, pero...

─Por favor, no interactúes conmigo entonces.

─¿Sucedió algo? ─ignoré su petición y él levantó la cabeza para mirarme fastidiado, para luego rápidamente darse cuenta y volver a bajar la vista, casi arrepentido.

─Ginnylle, estoy teniendo un pésimo día, abstente de ponerte molesta.

Me senté en el banquillo frente al mostrador, arrimándolo y crucé los brazos sobre la mesa, quedando frente a él.

─Mira, sé que no nos llevamos, pero puedes...

─Por favor... ─sus ojos se cristalizaron, y me miró─ No quiero desquitarme contigo. Estoy triste, y molesto, y cansado. No me hagas... ─se acercó un poco a mi rostro, quedando a centímetros de mí, y susurró:─ No me hagas hacerte eso. No puedo.

Sentí pena por él, quizás lo habría hecho mal, quizás no era malo.

─Evan, ¿quieres contarme?

Sus ojos se encontraron con los míos. Se veía asustado, como si buscara ayuda. Rápidamente, me acomodé en el asiento para prestarle más atención. Sus ojos estaban hinchados y rojos, y su rostro también pero en menor medida.

Esnifó por la nariz suavemente. Chasqueó con la lengua.

─Mi pareja y yo nos hemos separado, y... no sé... qué hacer, ya sabes, con eso ─hablaba mirando hacia abajo, casi avergonzado─. Nosotros... Estábamos teniendo problemas de confianza, y ella no creyó que la relación aguantara mucho más.

─¿Ella es celosa?

─Yo ─interrumpió─. Me hago el maduro y sí, estoy bastante avanzado en cuanto a mentalidad romántica, pero me gusta la exclusividad, y honestamente, casi no confiaba en que ella me sería fiel, pero lo ocultaba con bromas y...

Silencio.

─Y supongo que ella no quería soportar esos celos más. No tiene nada de malo, manejábamos diferentes niveles de intensidad.

─¿Le prohibías cosas? ─pregunté.

Grosera, muy grosera, abrió mucho los ojos y me miró a los míos. Luego, se echó a reír.

Nunca lo había visto reírse así.

─No soy de esos, pero tampoco era un santo ─asentí lentamente con la cabeza. Él parecía concentrado─. Siempre que iba a algún lado con alguien, yo desconfiaba. No sentía seguridad con que solo dijera que me amaba y que nunca me lastimaría. Capaz, si hubiera tenido más autoestima, ella no me habría dejado ahora.

Esperamos un rato para volver a hablar. Yo ya había limpiado todo, el sol estaba en su punto más alto, y hoy no teníamos casi ningún cliente por ser día de semana.

Dudé en preguntar lo que quería.

─¿Quieres que dé mi opinión?

Rió de nuevo. Lo notaba menos tenso.

─No, pero gracias.

Antes de esa charla, hubiera creído que estaba molesto, pero se veía más suelto, menos estresado.

Quizás, él sólo necesitaba contarlo, sacarlo de alguna manera, aunque fuera un poco.

Y cuando me moví para juntar la tierra y llegó un cliente, Evan le sonrió.

«Tal vez, no es tan malo».

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Entre mis flores y tu atípica ira© | CARMESÍ #2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora