26 | De un chico limón a otro

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D A R C Y
AÑOS ANTES

Nuevamente mentí en clase de educación física. Sí, lo admitía, que tengo cólicos no tenía mucho sentido porque los profesores solían estar al tanto de mi sexo, pero no puedes inventar otra cosa cuando sobrevives con tres tazas de café, hora y media de sueño y una oreo encima.

Evan me miró, descarado, desde las gradas, otra vez con ese ceño fruncido y esa expresión de «¿Tú otra vez?» como si no fuéramos a la misma escuela desde los doce. Dejó de mirarme para poner sus ojos en una libreta y después en una chica de mi clase.

Montserrat Ravell.

Evan era prácticamente un romántico de los vejetes, por dos años estuvo enamorado de Montserrat y su mejor manera de conquistarla fue postularse a trabajar en la tienda de plantas de su abuelo Ignacio. Fue entonces cuando me pregunté qué tan difícil sería ser admitido ahí.

Llegó Molvai con su almuerzo y se sentó a mi lado, sonriente, mirándome como nadie en el mundo.

─¿Cómo estás, princesa? Te traje mermelada con pan.

─¿Es tu manera de decir que me hiciste un sándwich?

─No, literalmente remojé un pan en mermelada caliente y la puse en un tupper. Sabes que odio gastar tiempo en comida ─excusó rodando los ojos y sentándose a mi lado.

─No tengo hambre, pero gracias ─mentí. Me molestaba que no hiciera un esfuerzo mínimo, pero no podía cambiarlo.

«Después de todo, de eso me enamoré, ¿no?»

Mis ojos al cabo de unos segundos se desviaron de nuevo a la altura de las demás gradas, donde Evan descansaba. Estaba algo sudado, tenía los brazos un poco más grandes que la última vez que los había visto.

Por lo que me había dicho Ariela, se había metido a seis grupos de deportes diferentes, más clases extraordinarias de educación física, todo esto para tener créditos extra, pero el ejercicio le hacía efecto.

─Oye, ¿por qué lo miras? ─cuestionó Molvai, a lo que volteé. Estaba con esa expresión de disgusto otra vez─ ¿Es lindo?

─Supongo, pero no me importa realmente.

─¿Es más lindo que yo?

─¡No! ─me giré y tomé sus manos. Estaba segura de que Evan nos había oído, sentía su mirada sobre mí─ No, claro que no, y aún si lo fuera, yo te...

─El “Aún si lo fuera” me confirmó lo que pensaba, Darcy ─se levantó con su tupper, molesto─. Cuando tengas tiempo para verme a mí en lugar de a chicos lindos, dime. Estaré por allá, siendo un buen novio, uno que no anda mirando.

Y sin dejarme hablar de nuevo, se fue. No podía culparlo, entendía que fuera inseguro. Yo así lo...

«¿Yo lo amo realmente?»

Mi mirada volvió a Evan, quien efectivamente y como presentía estaba viéndome, ahora con otros ojos, unos más curiosos, más sensibles.

─¿Qué miras, Rojas? ─pregunté de mala gana. Su expresión volvió a endurecerse.

─Miro a tu estúpido novio siendo un idiota contigo. ¿Lo vas a dejar?

─¿Y a ti qué te importa? Eres un imbécil agrandado.

─¡Y tú una consentida!

─¡Ginnylle, Rojas, a dirección! ─oímos gritar al profesor de educación física con tono rutinario y cansado. Mis ojos se cerraron y asentí, tomando mis cosas. Cuando Evan bajó de las gradas y caminó junto a mí a dirección, no me contuve de hablarle cuando estuviéramos a solas.

O, más bien, no me contuve de molestarlo. Esa estúpida libreta que traía, una marrón con letras bordadas; la tomé. Yo era más alta que él en ese entonces, después de todo, teníamos catorce. Él aún no había pegado su último estirón.

Entonces, cuando intentó quitármela y falló, dije cerca de su rostro:

─¿Esto es lo que quieres, Rojas? ─y acercándome un poco más, sonreí─ Consíguelo.

─ ❀ ─
E V A N
ACTUALIDAD

Giré otra vez en mi cama, molesto.

─Oí que necesitabas mi consejo, ya sabes de un chico limón a otro ─dijo recargado en el marco de mi puerta. Rodé los ojos.

─Finn, ¿cómo te diste cuenta de que te gustaba alguien tan jodidamente desesperante y poco útil como mi hermano? ─cuestioné mirando el techo. Esto hizo reír al adolescente.

─Pues, si mal no recuerdo, eso fue justo lo que me hizo darme cuenta. Eso y que una vez estábamos en el baño y...

─Dios, no quiero saber.

Soltó otra risa. Sus raíces platinadas brillaban con la luz y sus pestañas claras me llamaban la atención.

─Simplemente, un día me sorprendí de ver a un chico tan diferente a mí parecerme tan bueno. Fue como, bueno para mí, y empecé a ver todas esas cualidades que una persona tiene cuando te gusta. Era lindo, y dulce...

«Y atractiva, y tan graciosa e ingeniosa...» seguía mi mente.

─Esa persona es tan única que solo...

Él se quedó sin palabras, y cuando lo vi, tocaba su pecho con las palmas abiertas.

─Cada estupidez que dice te parece preciosa, y tu corazón se sale del pecho, pero no lo hace, se queda ahí, esperándola. Es... Tan bonita, que cada que la ves tienes ganas de tomarla y estrujarla contra ti. Es tan...

» Tienes un imán en tu corazón. Necesitas pegarte a ella, y nunca soltarla, y se buscarán en el universo ─concluyó─. O una idiotez así dice el lindo de tu hermano.

─¿Cómo saben que es amor?

Solo se quedó sonriendo con los ojos perdidos, brillantes, tan feliz.

─Lo siento en mi corazón.

«¿Cómo sé si me gustas, Darcy? Nada de esto lo había sentido antes, y con tantas ganas...»

Suspiré cuando se fue.

«Podría estallar mi corazón».

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Entre mis flores y tu atípica ira© | CARMESÍ #2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora