35 | Que sepa amarte sano

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E V A N
OCTUBRE

Me titilaba el ojo. Estaba seguro de que me titilaba el ojo.

─Repíteme, ¿qué hace él aquí? ─le dije a Darcy, cruzado de brazos. Ella me miraba desde detrás del mostrador con su batido de fresa en mano y una cara de confusión peor que la mía.

─Creí que no éramos pareja.

─No lo somos, Ginnylle. No aún.

─¿Entonces, por qué estás celándome?

Sorbió de la pajilla. Bufé.

─Oh, intenta adivinar. O ¿sabes qué? Te lo hago más fácil: Tu estúpido ex novio que tiene brazos de tronco y parece un surfista salido de Playboy está afuera de mi maldita tienda pidiendo hablar contigo en la sección de comidas. ¿Sabes quién te invitó ahí hace dos días? Yo, ¿recuerdas qué contestaste? “No puedo Evan, necesitas terapia”.

─Solo vamos a hablar, Evan. No voy a tener sexo encima de la máquina de jugos.

─Repito: ¿Sabes quién te invitó ahí hace dos días? ¡YO!

─¿Quieres una cita?

─No, no estoy listo, pero quería eso que no es una cita pero se parece, contigo. Tú conmigo, no con él.

Darcy rodeó el mostrador sonriendo cual madre viendo los primeros pasos de su bebé, dejando su batido y abrazándome por el cuello. No tardé en poner mis manos en su cintura, acercándonos.

─Sé que necesitas tiempo, y te prometo que mientras espero no buscaré a nadie más, Evan. Te quiero a ti, me gustas tú, y ahora aclarar unas cosas con Molvai no significan nada ─se alejó un poco de mí y me miró a los ojos, sin romper el abrazo─. Es tu inseguridad de nuevo.

─Pero no es inseguridad, él puede acercarse, ¿pero y si te cansas de esperar? ¿Y si él está disponible, y buenísimo, y cambió para ti?

─Él cambió, pero nunca para mí. Cambió para él, cuando él estuvo listo, y estoy feliz, pero para la mala suerte de alguien cambió cuando yo ya no estaba en su vida, Evan. Y no es mi culpa ni suya, ni es mi deber quedarme a esperarlo.

─¿Y por qué me esperas a mí?

Su expresión se suavizó, dulce, triste, quizás apenada. Puso su mano en mi mejilla, pasando el pulgar.

─Porque eso quiero. Porque estás cambiando por ti, no tuve que pedírtelo cuando me heriste. A él se lo pedí por casi un año ─sonrió nostálgica, achicando los ojos─. Para fortuna tuya y mía, el cambio ocurre cuando estoy aquí, podremos disfrutarlo ambos, pero Molvai nunca me quiso ahí... Y eso está bien.

─¿Te he dicho ya que suenas como mi nueva terapeuta? ─interrumpí.

─Unas tres veces, sí. Ahora... Si me disculpas, debo hablar con él.

Agarró el batido e intentó irse, pero no supe por qué, o cuándo, mi mano fue más rápida y la tomé de la muñeca. Ella se detuvo en seco y se volvió a verme.

─Lo siento. No confío en él.

─¿Confías en mí, Evan?

─No, creo que no... perdón. No es por ti, es mi cabeza.

Darcy asintió.

─Tal vez esto te haga confiar. Evan, suelta mi mano. Volveré en diez minutos. Expulsa los pensamientos intrusivos con pensamientos tuyos, pensamientos reales. Y déjame ir.

Entonces, respiré. Y ella se fue por la puerta.

D A R C Y

─Me duele la nuca, ¿Crees que puedas decirle que deje de perforar mi cráneo con su penetrante mirada? Me desconcentra de mi smoothie.

Entre mis flores y tu atípica ira© | CARMESÍ #2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora