11 | Otra vez esa pesadilla

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E V A N
En el pasado

─¡Pues si querés que me vaya, lo hago!

─¿Por qué carajos querría que te fueras? ¿Estás oyéndote?

─Obvio que me estoy escuchando, ¡pedazo de idiota! Me tenés llena, tengo los... ¡Los huevos por el piso!

Mamá y papá peleaban de nuevo. «Realmente no lo entiendo» pensé rápido abrazando mi maceta bailarina de peluche. Esto era ridículo. Y lo peor nos lo llevábamos nosotros, que yo siendo el mayor y teniendo solo siete años, sabía perfectamente que esto dejaría traumas de adulto.

«Adulto con daddy y mommy issues. Es genial. Ellos no me van a pagar el psicólogo».

Era niño, pero no estúpido. Ellos no se amaban, solo se retenían. No era complicado separarse, pero ellos lo complicaban, como todo.

Ahora papá le rogaría a mamá que se quedara.

─¡Bien, vete! ¿Sabes? ¡Vete!

Y ahora...

Esperen, ¿qué?

─Claro que me iré.

«Esto no está pasando».

─Tú... ¿Qué? ─preguntó papá con la misma sorpresa. Javier, Bael y los trillizos estaban durmiendo.

En ese momento, éramos sólo seis.

─Me voy a ir. Y me voy a llevar a Bael.

─¡¿Qué?! ─grité yo abriendo los ojos y salí de detrás de la puerta, soltando mi peluche. Ambos me miraron atónitos.

─Evan, esta no es una charla que queremos que oigas ─dijo pasivo mi papá, frunciendo el ceño─. Ve a dormir.

─No ─articulé cada letra, después la miré a ella.

Mi mamá, quien supuestamente debía amarnos y querernos, cuidarnos, y había hecho hasta el momento todo menos eso. Era castaña, tenía pelo lacio, y unos hermosos ojos negros.

Ella en sí era preciosa, como persona no la conocía.

Miré de reojo el reloj, era la una de la mañana.

─Evan, estoy de acuerdo con tu padre ─dijo lenta. Separé un poco las piernas.

─No te vas a llevar a mi hermano. No te voy a dejar.

─No es tu decisión, Evan...

─¡Tampoco suya! ─grité y se me aguaron los ojos. En una mínima de tiempo mis pies se movieron antes que mi mente, y mis oídos se volvieron sordos. Yo ahora era uno con la adrenalina.

Subí las escaleras más rápido que ellos, sabiendo que los tenía detrás con la única luz del comedor prendida, que estaba todo oscuro, y que quizás me caería, pero no lo hice. Llegué a la que era la habitación de todos, y cerré la puerta detrás de mí.

Era la única habitación con puerta en mi casa.

─¡Evan, abre la puerta! ─golpearon ellos rápido y papá gritó. Puse el cerrojo.

Entre mis flores y tu atípica ira© | CARMESÍ #2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora