20 | Sería trágico gustarnos

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D A R C Y

Fue una total sorpresa cuando, después de casi un mes y medio, Evan y yo recibimos un aviso por correo. En el momento yo estaba en el mostrador y Evan estaba colgando macetas con plantas muy verdes del techo.

Habían instalado unos ganchos en algunas partes y él quería poner macetas colgantes, endemoniadamente feliz por poder lucirlas. Yo estaba endemoniadamente feliz porque ya nos habían rentado el fumigador seis veces.

─La tienda va a verse increíble ─dijo a mi lado luego de bajarse de la escalerilla. Yo estaba de brazos cruzados, algo extrañada, hasta que vi sus ojos brillar y me miró directo a los míos─. O, ¿tú qué opinas?

─¿Te interesa lo que opine? Te ves bastante convencido de que esto es buena idea.

─Somos dos, ¿no es cierto? Me gustaría saber qué piensas.

─Si te digo que es horrible y que no me parece, ¿quitarías las macetas? ─probé. Lo vi dudar, pensativo.

─Deberás averigüarlo, creo.

Sonreí de lado.

─Que las pequeñas lianas cuelguen o no van a destacar ─aconsejé palmeando su hombro, casi poniéndome de puntitas para hacerlo─. Confío en que no vas a hacer un mal trabajo de decoración, Rojas.

Me dirigí a la sala de descanso ese día, volteando por un segundo, viendo cómo se frotaba el hombro despacio, casi acariciándolo.

Su oreja se había puesto roja esa vez.

Ahora, unos días después, las macetas estaban colgadas y las estaba acomodando, regando las enredaderas que puso en ellas.

Un «Ding» sonó en la computadora, llamando mi atención. Paralelo a que yo abriera el mail, Evan exclamó:

─¿Te gusta cómo se ve?

Levanté la mirada unos segundos, viendo cómo se le marcaba la figura a través de la camisa por andar con los brazos levantados.

Tragué saliva y volví a ver las macetas.

─Hm, sí, está genial... ─regresé a ver la pantalla mientras escuchaba cómo bajaba de la pequeña escalera portátil─ ¿Evan? Ven un segundo.

Desde el otro lado de la habitación me esperó y leí en voz alta:

«Hola. Buenos días. Este es un correo de Manumi Montiel. Es de mi desagrado informar que hubo un error lógico en el ajuste de los horarios de ambos empleados, por lo que adjuntaré el nuevo horario, mejor organizado, para aumentar la productividad.

Gracias».

─Léeme el horario ─pidió centrado en un punto fijo en el suelo, atento.

─(...) Pues, no va a ser necesario ─dije analizando el programa─. No nos veremos más, al parecer.

─¿Cómo?

Frunció el ceño y se acercó, y pronto llegó una notificación a mi celular. Él se asomó más para tomarlo y ver mi notificación.

Entre mis flores y tu atípica ira© | CARMESÍ #2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora