D A R C Y
Día perdí la cuenta con Evan. Ya empezaba a hablarme. Esa mañana de miércoles llegó con un gran ánimo, casi alegre. Vino, dejó sus cosas y comenzó a ordenar.
Al cabo de unos minutos su expresión cambió a una concentrada, más seria, pero aún feliz, claro, de no ser por mi incidente. Una de las macetas, con tierra, por cierto, se cayó de mis manos.
Él no se detuvo de escribir en su libreta para mirarme.
─Limpia eso ─ordenó. Bufé por primera vez en el día.
─¿Sabes? Me caes mejor cuando tienes un buen humor y estás callado.
─Mi buen humor hoy se debe a que me enteré antes de venir que las víboras viven aproximadamente diecinueve años. Vuela alto, preciosa. Te voy a extrañar.
─Gracioso ─respondí─. Oye, Evan, me gusta tu cabello.
─Qué bien ─me sonrió─. Me voy a rapar.
─¿De verdad te caigo tan mal?
─No, claro que no. Es más un “Eres muy molesta”.
Me quedé callada unos segundos mientras juntaba la tierra para ponerla en la pala. Al final, mi foquito se encendió.
─Evan, ¿tú estudiaste en la especialidad de Ciencias, cierto?
─Y me preparo para oír la pregunta más tonta jamás formulada, sí ─bajó la libreta, mirándome a los ojos.
─¿Un iris es transparente?
─¿Qué? ¿Por qué sería transparente? ¿Te drogas? Literalmente viéndote en un espejo sabes que tiene color.
─Pero me refiero a, como una canica. Las canicas tienen color pero a la vez son transparentes, ¿cómo explicas eso?
─Darcy, estoy a esto de renunciar ─hizo un pellizco con los dedos─. Y no lo sé, nunca me lo pregunté. ¿No te lo respondieron junto a tus demás preguntontas en la especialidad de Humanidades en secundaria?
─Supongo que no tenían por qué. ¿Vas a ir a la universidad? ¿A qué vas a dedicarte?
Ahí Evan hizo una pausa. Pronto volvió su vista a la liberta y sus manos a la pluma. Desinteresado, dijo:
─No voy a ir a la universidad.
─¿Qué? ─exclamé alarmándolo─ Pero eres...
─¿Inteligente? ¿Prometedor? ─supuso─ Claro que sí, pero no puedo costearlo ─se levantó de su asiento dejando ahí las cosas, listo para salir por la puerta. Desde una distancia razonable de mí, preguntó:─ ¿Tú irás?
Algo en mí latió con fuerza por su mirada, era tan profunda, tenía las cejas perfectamente cortadas para ser finas y atrayentes, su piel estaba muy limpia, podía deducir que vivía con un aficionado a las cremas.
O quizás, el aficionado era él.
─Me gustaría ir, sí.
Frunció el entrecejo, fastidiado.
─Si no necesitas el trabajo, Darcy, ¿por qué estás aquí?
─Si no usarás el dinero para tu universidad, ¿por qué tú estás aquí?
Suspiró por la nariz, algo cansado.
─Para que mis hermanos puedan ir a la universidad sin tener que estar aquí.
Un «Ouh» se escapó de mis labios. Asentí callada hasta que él volvió a hablar, poniendo una mano en su cien, arrugando las cejas.
» Biología marina ─dijo sencillo. Al ver mi confusión, continuó:─ Me hubiera gustado estudiar biología marina en la universidad... Iré por un batido. Ya vuelvo ─avisó y antes de salir se paró─. Darcy.
─¿Sí?
Por un momento, olvidé por completo la maceta.
─¿Te gusta el chocolate?
Asentí de nuevo, extrañada. Evan se fue. En eso, mi primer instinto fue acabar mi tarea. Junté la tierra, sonreí mirando lo limpio que estaba el piso y fui hasta detrás del mostrador.
«La libreta de Evan» pensé ni bien la vi. Era marrón claro, decía «E. S. R.» en su portada tallado y el sol le daba de lleno. En el fondo, yo adoraba que nuestra tienda estuviera en el segundo piso del centro, donde los rayos del sol le daban de lleno.
«¿Debería?» me pregunté en mi cabeza. Una mini-Darcy roja apareció en mi hombro derecho (¿En mi cabeza?), susurrando: «Ábrelo y moléstalo con lo que haya dentro, jiji» mientras que otra mini-Darcy blanca apareció en mi hombro izquierdo diciendo: «No, Darcy. Ábrelo, sí, pero moléstalo luego».
─¿Qué haces? ─preguntó Evan. «Rayos, no lo escuché entrar».
─Solo tenía una conversación ─excusé. Él buscó algo con la mirada por la tienda─. Con... Con las plantas.
─Con las plantas, ¿en serio?
─Nadie les saca charla, ¿sabes? Debe ser muy triste. Soy alguien muy espiritual.
─¿Crees en los signos también?
─Hm, sí, ¿qué signo eres?
─Capricornio.
─Ew ─murmuré─. Miento, solo quería revisar tu libreta ─acabé por confesar. Evan abrió mucho los ojos, acercándose lento con dos vasos en las manos.
─Fui a comprarte un batido, ¿y me revisas la libreta? ─fingió ofensa─ Léela.
─¡Gracias a Dios! La curiosidad me carcome ─grité y la tomé, pasando página a página. Olía a mentas, típico de él, y las hojas estaban perfectamente escritas con una letra muy clara, pero algo me desconcertó─. Uy, Evan...
─No me preocupa que lo leas, Ginnylle, porque no sabes francés.
Mi boca se abrió con descaro, mirándolo por fin.
─Tu estúpida libreta está en francés. Dime por qué.
─Ya te dije: No sabes francés. En secundaria te saltabas esa clase. Dudo que sepas lo que significa La pomme rouge.
─Pues... Pues sí sé lo que es... ─me dispuse a leer con dificultad, entrecerrando los ojos mientras sentía que él se acercaba─ ¿Elle est si gentille? ¿Quién es agradable?
Entonces su expresión se endureció, volviendo a ser seria, tomando la libreta.
─No toques mis cosas. Y disfruta de tu batido, es todo lo que te daré.
Y molesto, se fue de la tienda a la sala de descanso para esperar a que iniciara su turno. Confundida, me quedé pensando en eso, aunque llegué a leer más cosas.
«¿En tu libreta hablas de mí?»
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Entre mis flores y tu atípica ira© | CARMESÍ #2 ✔
RomanceEvan Rojas es un hombre con una sola idea en su cabeza: Conseguir trabajar en la tienda de plantas del señor Guille y heredarla cuando él se jubile. ¿Por qué? Es sencillo: Evan tiene 7 hermanos que alimentar, un padre con el que no se lleva bien y u...