E V A N
Primer día de trabajo sin Ginnylle, o mejor dicho, primera noche.
«Turnos nocturnos, ¿eh?» pensé bufando. Mis turnos ahora eran de siete a doce, después cerraba y me iba hasta las ocho de la mañana, para cubrir de nueve a once. Después, los turnos de Darcy eran seguidos y eran de doce a cinco de la tarde.
Me senté molesto en el mostrador, recién eran las siete y diez, me quedaba para rato. Debería estarme quejando del horario de mierda, pero realmente solo se me ocurrieron pensamientos sobre cierta pelirrosa que seguramente en esa hora estaría comiendo algo de media tarde.
«Bueno, al menos no le tocó turno nocturno» pensé cuando vi bajar el sol. Darcy estaría muy asustada, ¿y cómo culparla? El centro comercial en la noche era algo tétrico. Cerraban casi todo, habían muy pocas personas, podría pasar literalmente cualquier cosa.
«Como que un apocalipsis zombie se desarrolle afuera y este fuera el único lugar seguro, pero a la vez, estuviera infectado y no lo supiéramos hasta que fuera muy tarde» pensé con su voz.
Su voz estaba en mi cabeza diciendo las mismas estupideces que diría. Genial, ya me había vuelto loco.
Bufé otra vez, aburrido.
«¿Qué estarás haciendo, Ginnylle?»
D A R C Y
El mediodía sin Evan era la cosa más aburrida del universo. Pasé de cobrar completo a cobrar compartido, pero sin quien para compartir.
Eso debía ser poético para algún enamoradizo.
Tenía hambre pero nuevamente no había traído dinero para comprar nada. Mi salario iba a ahorros para los que algún día conseguiría uso, pero por el momento, mi lema era: "Si no lo tendrás en tres meses siendo útil, no es útil ahora", técnica infalible para no gastar mi dinero 100% en helados.
Entonces, con el estómago rugiendo, me pregunté:
─¿Evan de verdad me dejaría sin comer en mis turnos? ─y con la silla con rueditas me moví hacia la izquierda, mirando lentamente debajo del mostrador. Estiré mi mano y llegué a una bolsa─ Bingo.
Era una bolsa de papel con un post-it verde. Mis ojitos brillaban, jamás había sonreído tanto.
Rápidamente leí el post-it con olor a...
─Menta, dios, Evan, te extraño con toda mi alma ─reí. Y sonreí para después hacer un puchero nostálgico cuando lo único que decía el post-it era:
«Este turno te daría miedo. Aún así, me gustaría que estuvieras aquí.
Atentamente, Evan.
PD: Necesitamos un mini refrigerador. Morirás de hambre en tres días».
Rodé los ojos ocultando mi ligero sonrojo y abrí la bolsa, dentro había un pequeño tupper con arroz y pollo. Cuando lo abrí también el aroma me invadió casi como una cachetada. Venía acompañado de dos cubiertos increíblemente brillantes y bien cuidados.
─¿Hay algo que este hombre no haga bien? Me da... ─probé el arroz─ un orgasmo gustativo.
Estaba en su maldito punto justo, dorado por una salsa cremosa que no distinguía, tibio aún, bien mantenido por el tupper térmico. El pollo tenía la cantidad perfecta de sal. Era el arroz con pollo más perfecto.
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Entre mis flores y tu atípica ira© | CARMESÍ #2 ✔
RomanceEvan Rojas es un hombre con una sola idea en su cabeza: Conseguir trabajar en la tienda de plantas del señor Guille y heredarla cuando él se jubile. ¿Por qué? Es sencillo: Evan tiene 7 hermanos que alimentar, un padre con el que no se lleva bien y u...