D A R C Y
─Extraño a Evan ─refunfuñé─. Extraño a Evan. Extraño a Evan. Extraño a...
─Sí que estás enamorada, ¿eh? Hija de perra ─dijo Ariela desde el mostrador, girando en la silla mientras que yo me lamentaba, comiendo una ensalada de zanahoria y arroz rosado que él me había dejado debajo de la mesa.
─Primero, si yo soy una hija de perra, tú también ─objeté─. Y segundo, ¿puedes creer que me regaló auriculares? Estaban ahí, junto a esta estúpida y linda nota ─quejé y extendí mi mano, enojada. Ariela tomó unos lentes invisibles, los lustró en su camiseta y se los puso ficticiamente.
─“Querida Darcy, es de mi disgusto informar que estoy por ir a visitar a tu ex cuñado o a tu ex para rogar. Necesito verte”, Darcy, repíteme por favor esa idiotez que ustedes dicen.
─No nos gustamos.
─Ya, gracias ─volvió a leer─. “Estoy a dos centímetros de una tijera de podar. Si esta nota está manchada de sangre es porque me suicidé. Bien, el punto es que te conseguí algo para que escuches tu música de dolida sin molestar a nadie. Atentamente (por favor ven a buscarme, el shopping es tétrico de noche), Evan”.
Bajó la nota y se quitó los lentes invisibles.
─Darcy.
─Ariela.
─¿Te compró auriculares?
─Una vez le pedí que me compre auriculares y no creí que lo haría, pero lo hizo.
─Darcy.
─Ariela.
─Te lo diré así: Bael y yo creamos un club de fans del Evarcy.
─Estás jodiendo.
─Así que hemos decidido tomar medidas, por el bien del club. Mi estabilidad emocional depende de una relación que no es mía.
─¿Las medidas tienen que ver con encerrarnos a Evan y a mí en un closet para que confesemos nuestros sentimientos o me estoy adelantando en la historia?
─No, pero buena idea ─sonrió─. Hablé con Manumi. Es... Insufrible, sí, pero hemos tenido una charla.
Casi me levanté de un golpe de la silla de plástico en la que estaba, alerta, casi feliz, mi corazón latía demasiado rápido.
─¿Manumi fue quien...?
─Su obsesión contigo se medio activó cuando supo que Evan, un varón de tu edad, tuvo el descaro de estar cerca tuyo. Ya sabes cómo son los Montiel ─quitó importancia al asunto con la mano─. El punto es, logramos dialogar.
─¿Eso quiere decir...?
─Le rompí un diente por imbécil. Molvai está de testigo. Le causó bastante gracia no ser el único hermano al que golpeé en esa familia por ser un idiota contigo. Debe ser ya tradición.
─Me gustó que lo golpearas cuando terminamos, Ari, pero directo al punto. ¿Cambió los horarios?
─No, pero Evan podrá en unos días, el señor Guillermo se enteró de que Manumi, sin supervision ni permiso de él ni de su socio, alteró los horarios. Nadie va a la tienda ni de noche ni tan temprano, solo quería a Evan lejos ─explicó─. Son plantas, no hamburguesas, joder.
─¡Ari, al punto!
─Les darán la noticia de quién se quedará con el trabajo el viernes, pero hasta entonces él no necesita trabajar. Sus turnos eran prácticamente inútiles por el horario.
─¿Y mis turnos?
─Seguirán igual, pero hoy cierto chico al que no ves hace una semana y parece una tortura te cubrirá, porque es un amor y obviamente ustedes se...
La campanilla de la tienda sonó.
Mi corazón...
Mi corazón se detuvo por un segundo, por primera vez en casi dos semanas.
Giré sobre mis talones, sintiéndolo palpitar lento, como si el mundo se detuviera.
Estaba lista, estaba muy lista para verlo, a él, a sus ojos estúpidos, a su cabello oscuro y brillante, a sus brazos descubiertos, a su expresión desconcertada.
─Lamento interrumpir, pero acaba de iniciar mi turno ─dijo, entrando lentamente.
Entonces, me enojé.
─Imbécil de mierda.
─Lo creas o no, es justo la reacción que me esperaba.
─¿Quieres una invitación o qué? Abrázame ─exigí y comencé a caminar rápido hacia él, a lo que abría los ojos con un brillo jovial y sonreía de lado, como un niño.
─Wow, ¿no te enseñaron a pedir bien las cosas, Darcy? ─su voz parecía ofendida, pero sus brazos me mostraron que era todo lo contrario. A menos de un metro empecé a inspirar su aroma, y a unos centímetros, me agarré de su cuello, dejando que él me tomara por la cintura─ Tienes que irte. Ey, Darcy...
─Soy Ginnylle, Darcy Ginnylle, pero tú me dices Ginnylle. No dejes de decirme Ginnylle ─pedí aferrada. Mi emoción volvió a aparecer cuando él me apretó─. ¿Cuál es la prisa? No quiero irme aún, recién nos vemos. Tenemos que ponernos al día. Yo empiezo: La señora de la tienda de al lado ya me vio llorarle a tu camiseta de Mon Laferte. Es oficialmente mi camiseta favorita.
─Mi hermano no me vio llorar pero me empujó al auto suplicando que viniera ─rió ronco─. Pero debes irte, le prometí al señor Guille que no eras una distracción.
─¿Cómo es eso? ─separé mi cabeza de él, abriendo los ojos, pero sin soltarnos.
─Ariela, Bael y yo fuimos juntos a ver a Guille sobre el cambio de horario ayer porque... tengo mis razones, y Guille dijo que su nieto Manumi le dijo que me distraes y yo a ti. Le prometí que eso no era cierto, pero ahora mismo...
─¿Te distraigo?
─Extrañé mucho tu perfume y el poco que quedaba en la almohada del sillón de la sala de descanso de ese intervalo de media hora en el que cierras la tienda en la tarde no es suficiente.
Sentí que sus manos me apretaban la cintura. Para cuando lo noté, Ariela se había ido, posiblemente a la sala de descanso para darnos privacidad.
Me volví a Evan, algo curiosa.
─Dime tus razones.
─¿Mis qué?
─Tus razones para hablar con Guille. Dímelas.
Entonces, su mirada se apagó, y sonrió sincero.
─No aún. Debes irte. Cenamos el viernes.
Y por primera vez en mucho tiempo, no quise irme de la tienda.
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Entre mis flores y tu atípica ira© | CARMESÍ #2 ✔
RomanceEvan Rojas es un hombre con una sola idea en su cabeza: Conseguir trabajar en la tienda de plantas del señor Guille y heredarla cuando él se jubile. ¿Por qué? Es sencillo: Evan tiene 7 hermanos que alimentar, un padre con el que no se lleva bien y u...