08 | Torre de macetas

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D A R C Y

Dos semanas.

Dos semanas de ver a Evan Rojas a menos de diez pasos de mí.

Últimamente estaba siendo no tan desagradable, hasta ese día. El día quince de trabajo, pero en el calendario decía martes 31 de julio.

Llegué como de costumbre, casi tarde, sonriéndole al mundo. Eso no duró demasiado.

Evan ni siquiera estaba.

Esperé diez minutos para abrir, quince, veinte, treinta. Esperé casi una hora mirando el reloj, limpiando de más, puse música incluso.

Pero él no llegó hasta una hora y media luego de que yo abriera. Me quité el delantal al verlo, estaba toda llena de tierra de las macetas.

Traía la camisa mal abotonada, el pantalón cargo negro manchado con un polvo gris en el muslo, una mochila chueca...

─Veo que te dignaste a honrarme con tu presencia.

Me miró con las ojeras más grandes que vi en mi vida. Se acercó lentamente hacia mí, tomó mis hombros con sus grandes manos, y parpadeó lento.

─Perdón. No volverá a...

Lo abracé por debajo de los brazos.

» Está bien, ¿qué rayos haces? ─preguntó ya más hostil.

─¿Estás bien?

─Pensé que nos caíamos pésimo.

─Responde mi pregunta.

Me separé y lo miré a los ojos, a esos grandes orbes grises. Parecía que se caería. Creí que iba a gritarme, pero volvió a tomarme en otro abrazo, ahora él rodeando mi espalda con sus brazos.

─Hoy no es mi día. Lamento haberte hecho cubrir todos los turnos de las últimas dos horas. No planeaba esto.

Supe que estaba con los ojos cerrados, pero no dejó de aferrarse. Sonreí en el abrazo.

─No me molesta, ni siquiera cobras ─palmeé su espalda─. ¿Quieres cubrir solo los de la noche?

─Yo no creo llegar a mi casa y volver para la noche en este horario ya, me quedaría dormido.

─Puedes dormir en la sala de descanso, en el sillón. Es muy cómodo.

Lo escuché inhalar y su pecho se infló lentamente. Después, soltó el aire por la nariz.

─Me gusta cómo huele tu cabello esta mañana.

El calor subió por mis mejillas, ¿era esto real? Evan estaba tan diferente esa mañana...

«Jiji» pensé y me arrepentí.

Se separó de mí volviendo a agarrar mis hombros. Me miró a los ojos, yo viendo como alternaba del izquierdo al derecho para intentar notar algo. De los nervios, mi estómago hizo ruido.

─¿Hambre? ─asentí─ Entiendo.

Me dejó ahí colgada y se fue a acostar, conmigo inmóvil en el medio de la tienda. Casi al instante, llegó un cliente.

─Buen día, señorita, ¿tendrá algún rastrillo para césped?

─Claro, por aquí.

Toqué mi mejilla al darme la vuelta, sintiendo el calor.

***

Eran las siete de la tarde cuando Evan salió de la sala. Se veía aún peor. Sus manos colgaban, ni siquiera hacía un mínimo esfuerzo por levantarlas, su camisa estaba bien abotonada pero salida del pantalón, y se quitó la mancha de polvo pero sus ojos se veían aún más vacíos.

Entre mis flores y tu atípica ira© | CARMESÍ #2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora