Ir de compras siempre había sido para él algo que evitaba lo máximo posible. Cuando necesitaba algo, iba, lo compraba y listo. No era de esas personas que podían gastar horas y horas caminando por un centro comercial de tienda en tienda, probándose ropa y después irse sin nada o con apenas unas cuantas prendas que no necesitaba. Pero la mujer con la que se había casado era la persona más opuesta a él que podía existir.
Regina era una apasionada de la moda, amaba comprar ropa y zapatos, sobre todo zapatos, como si se fueran a acabar las existencias. Y adoraba los brillos, sin importar cuál fuese la situación siempre algo en ella destacaba. Esa tarde, lo había arrastrado hasta un centro comercial junto con su hijo, dispuesta a encontrar lo que ella había catalogado como: <<la ropa adecuada para sus vacaciones>>.
Agradecía que Miguel fuera tranquilo y caminase cerca de ellos, subiendo a ratos al carrito que él empujaba y que, cuando su hijo no lo usaba, era donde su esposa llevaba las bolsas con la ropa que ya había comprado, aunque iban a ser únicamente un par de días.
—Mira esto, amorcito —Señaló otra tienda y corrió a entrar en ella, tomando un sombrero beis que no dudó en colocarse—. Dime que no es divino, Alonso. ¿Qué tal me queda?
—Estás preciosa —la halagó, tratando de no evidenciar el arrepentimiento de haber accedido a acompañarla—, pero ¿crees que es necesario?
—¡Por supuesto! —exclamó, dedicándole una mirada que bien podría haberlo convertido en cenizas ahí mismo y enseguida dejó el sombrero para coger otro negro y probárselo—. Este irá mucho mejor con las botas que compré.
—Bella, mami.
—¿Te gusta, Puntito? —Su hijo asintió con una sonrisa y la vio acercaste hasta la sección donde se encontraban los sombreros y gorras para niños, tomando uno y poniéndose a la altura de su pequeño para colocárselo—. Voltea al espejo, mi amor. ¿Te gusta? ¿Quieres comprarlo para nuestras vacaciones?
—¡Shi! Utito es expoladol —Ambos rieron con la emoción de su hijo. Le fue imposible no hacerlo porque, por más que dijeran que era idéntico a él, ese entusiasmo por las pequeñas cosas era herencia directa de su madre—. Ahola tú, papi.
—¿Yo?
—Muy bien, mi amor, es una idea maravillosa. Puntito le va a escoger a papá un sombrero para las vacaciones. Ahí están —Le señaló el lugar y Miguel no dudó en correr y pararse frente al expositor con su pequeño dedo en el mentón mientras estudiaba su elección—. No le harás un feo a tu hijo, ¿verdad, amorcito?
—Regina.
—Alonso.
—Sabes que no me gustan todas esas cosas. Si estoy aquí hoy, es únicamente para complacerte.
—Pero eso no quiere decir que no puedas disfrutarlo —replicó, acercándose y colgándose de su cuello para dejar un beso en sus labios—. Tus frijolitos también quieren ver lo hermoso que se verá su papá con el sombrero que escoja su hermano mayor.
—Vuelves a jugar sucio, Regina, y voy a terminar por ponerte condiciones. No es justo que uses...
—Ya, ya —lo calló, besándolo de nuevo—. Mejor disfrutemos de nuestra tarde de compras y terminemos acá que tengo hambre.
—¿Hambre?
—Hambre. De helado. Ay, amorcito, quisiera regresar a ese pueblito de la frontera de Francia donde estuvimos —La vio confundido, todavía sin poder acostumbrarse a la forma que tenía esa mujer de cambiar tan rápidamente de estado de ánimo—. Mira, tu hijo ya escogió. Démonos prisa, Alonso, igual encontramos algún lugar donde tenga helados que, mínimo, se parezcan a aquellos.
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Eterna Tentación #BilogíaTentación
RomanceLuego de cerrar el caso que los unió, Regina y Alonso deciden instalarse en Ciudad de México para iniciar una nueva etapa en sus vidas. Felices, tranquilos y llenos de trabajo, disfrutan cada momento y cada día junto a su hijo. Ese pequeño que es el...