Capítulo 6: Es solo trabajo ✅

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Condujo lo más rápido que pudo por la ciudad, tratando una y otra vez de que contestara el teléfono, pero sin ningún éxito. Llegó al polideportivo y sacó el arma que escondía bajo el asiento. Pocas veces la había usado desde que era investigador privado, pero disponía de la licencia que le permitía tenerla y en esa ocasión no podía entrar desprotegido.

En el camino llamó a Luis para que diera aviso a sus contactos en la policía, pero él no podía esperar. Bajó del coche con el arma pegada a su muslo, encontrándose con el guardia de seguridad inconsciente, seguramente por el golpe que tenía en la cabeza. Se aseguró de que tuviera pulso y, al confirmarlo, se internó en el lugar.

Buscó la zona de la piscina con dificultad porque todo estaba a oscuras y la poca luz que entraba por las ventanas situadas en la parte más alta apenas le iluminaban el camino. Avanzó en absoluto silencio hasta encontrarse con una toalla tirada junto a la piscina y una bolsa de deporte en la que estaba grabadas unas iniciales: <<A. B.>>. No tuvo dudas de que eran de ella y siguió las huellas que unos zapatos habían dejado hasta los vestuarios. 

Se encontró con la puerta forzada y todo revuelto, con ropa y objetos tirados por el suelo. Alzó el arma a la altura de su hombro y escuchó unos sollozos ahogados.

—¿Señorita Baker? —preguntó en un susurro—. Señorita Baker, soy Alonso Dávila, si está sola dígame algo, por favor.

—A... aquí...

Su voz apenas fue un jadeo ahogado y la escuchó llorar con más fuerza. El llanto lo guio hacia las duchas y ahí fue que la encontró. Estaba solamente vestida con un traje de baño y sentada en el suelo, abrazada de sus piernas mientras temblaba empapada en lágrimas. 

—Señorita Baker, ¿se encuentra bien?

—Alonso, viniste —Lo abrazó por el cuello cuando se agachó frente a ella para comprobar su estado y no supo qué hacer. Escucharla sollozar en su hombro de esa forma le traía recuerdos que no quería evocar—. Él... él...

—Está bien, tranquila —Guardó el arma en la parte trasera de la cinturilla de su pantalón y con cuidado tomó sus muñecas para tomar un poco de distancia—. No le hizo nada. Está bien, ¿verdad?

—Sí, sí... pero pasé... pasé mucho miedo

—Lo sé, cálmese. Ya ha pasado, tranquila —Ella asintió, obedeciendo cuando le pidió que respirara profundo hasta lograr que se calmara—. Vamos a salir de aquí, ¿vale?

Movió la cabeza arriba y abajo y la ayudó a levantarse, dirigiéndola hacia un banco donde le ofreció asiento y la cubrió con una toalla para impedir que cogiera un resfriado.

—La policía está en camino, pero necesito que me diga si pudo verle la cara.

—No... no pude. Yo... salí, salí de la alberca y...

—Vale, vale, no se preocupe. Hablaremos más tarde, ¿sí? Ahora tiene que calmarse.

Se sentó a su lado, ofreciéndole una botella de agua que encontró en su taquilla. En pocos minutos, las sirenas de los coches policía y la ambulancia se escucharon cada vez más cerca.

—¡Alonso! Alonso, ¿estás bien? —Luis entró apresurado, acompañado de dos agentes que no dudaron en revisar todo el recinto.

—Estamos bien, no te preocupes. Cuando llegué ya no estaba. Golpeó al vigilante ¿lo has visto?

—Sí, sí. Lo están atendiendo, pero ya está consciente y parece que no tiene nada grave.

—¿Has hablado con él?

Eterna Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora