Dos meses pasaron más rápido de lo que estaba acostumbrada y casi no podía creer que finalmente había llegado el momento: faltaban tres días para el matrimonio de Fernanda y Jaime.
Las últimas semanas habían sido un auténtico caos entre ayudar a organizar la boda en la distancia y un viaje transoceánico con tres niños y dos animales. Porque sí. Rey Piraña iba a viajar con ellos y no porque fueran a dejarlo vivir con su mejor amiga. No pensaba permitir algo así cuando ya se había convertido en uno más de su familia.
Llegaron temprano a Madrid, teniendo la suerte de que sus bebés se habían portado mejor de lo que esperaba durante el vuelo durmiendo algunas horas que agradeció y en las que ella y Alonso también pudieron descansar. Fue Jaime el encargado de recogerlos en el aeropuerto y, aunque le extrañó que Fer no fuese con él, entendió la razón en cuanto pusieron un pie en su casa porque su mejor amiga les había organizado una bienvenida a lo grande con pancarta, globos y todo tipo de aperitivos.
Miguel, Mar y Lucrecia corrieron a abrazar a su tía que ya exageraba diciendo que sentía un siglo que no los veía cuando hacía menos de tres meses de su visita.
—Y a mí ¿no piensas saludarme? —reclamó al ver que alzó a Lu y se llevó a Mar y Miguel junto con ella hasta el salón sin decirle ni un simple hola.
—No seas tan dramática, Regina —le restó importancia, dejando un momento a sus hijos para acercarse y abrazarla, esbozando una sonrisa al separarse—. Sabes que te adoro, pero debes asumir que pasaste a un segundo plano luego de hacerme tía.
—Claro... —aceptó, cruzándose de brazos cuando la vio acomodarse en el sofá siendo rodeada de inmediato por sus bebés—Pero como tú aún no te dignas a hacerme tía a mí, no puedo concentrarme en mi sobrino o sobrina.
Fernanda solo se encogió de hombros, riendo. ¡Cómo podía ser así! Pero ya le iba a llegar el día, esperaba que muy pronto, en el que ella se quejase de quedar relegada.
Disfrutaron de una divertida reunión en la que, como siempre, sus hijos fueron la fuente de atención de sus tíos. Aun cuando hablaban a diario, todavía les quedaban cosas por contarles o enseñarles. Como su pequeña Lucrecia, que los deleitó interpretando una de las nuevas canciones en las que estaba trabajando y que había grabado especialmente para ella. O Mar que había tenido la idea de pedirle a sus tíos que la dejasen acompañarlos en su luna de miel por Malaui para poder ir con ellos a un safari en el que ver a los leones de cerca.
Tan pronto como pudieron, Alonso y Jaime se encerraron en el despacho de su esposo para conversar a solas, seguramente de trabajo, mientras que ella junto con Fer y los niños decidieron ir a la habitación para deshacer las maletas.
—Sí, mis padres llegan mañana temprano —respondió Fernanda sin levantar la vista de lo que Mar le estaba mostrando en su tableta—y créeme que mi madre piensa reclamarte por no visitarla la última vez.
—Lo sé —suspiró, tomando un par de camisas—. Soy lo peor, ¿cierto? Pero pienso aprovechar cada minuto mientras esté en la ciudad para que hagamos planes juntas.
—Es mi madre.
—¿Y? —Se encogió de hombros, divertida porque sabía cuán celosa era Fernanda con ese tema—Tú te irás de luna de miel y yo pienso consentir a mi mamá adoptiva todo lo que pueda y hasta más.
Su mejor amiga la miró, con esa mirada que no le deseaba nada bueno, pero ella solo rio y cogió un par de prendas más para colocarlas en su lugar.
—Mamá, aún estamos a tiempo de comprar los boletos para el viaje —insistió una vez más su hija mayor cuando regresó a la habitación—. Yo quiero ir a ese safari con mis tíos ¡mira qué lindos son los leones!
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Eterna Tentación #BilogíaTentación
RomanceLuego de cerrar el caso que los unió, Regina y Alonso deciden instalarse en Ciudad de México para iniciar una nueva etapa en sus vidas. Felices, tranquilos y llenos de trabajo, disfrutan cada momento y cada día junto a su hijo. Ese pequeño que es el...