¿Por qué precisamente ese día? Era la pregunta que se hacía mientras el taxista seguía a lo lejos al auto de su esposo que en ese momento entraba en el estacionamiento del edificio donde tenía la agencia. Alonso nunca trabajaba en sábado, mucho menos iba a la oficina. Al saber que sus hijos pasarían la mañana con su abuela, tuvo la oportunidad perfecta para sorprender a su marido y pasar un rato a solas con él antes de reencontrarse de nuevo con sus bebés.
Ninguno la esperaba, pero los compromisos que la obligaban a estar fuera hasta el lunes se habían cancelado y no dudó en volver a casa de inmediato.
Le agradeció al taxista y le entregó su dinero, esperando con impaciencia que le entregara sus maletas. Ni siquiera había tenido tiempo de dejarlas en casa porque cuando iba llegando alcanzó a ver el auto de su esposo a lo lejos y ahí mismo se decidió a seguirlo.
—Buenos días, don Fausto —saludó alegre al guardia de seguridad que había sido su aliado alguna que otra vez.
—Qué gusto tenerla por acá de nuevo. Pensé que estaba fuera de la ciudad por trabajo —comentó el hombre sin dejar de sonreírle.
—Sí, lo estaba, pero terminé antes de lo que esperaba y decidí darle una sorpresa a mi esposo.
—Se alegrará de verla —aseguró.
Le dio la identificación de acceso sin hacerle más preguntas ni detenerla, solo le dedicó una sonrisa y le permitió entrar teniendo la amabilidad de ofrecerse a cuidar de sus maletas hasta que se fuera.
El tiempo del ascensor se le hizo eterno y se aseguró de silenciar su teléfono para que nadie los molestará. La oficina estaba completamente desierta y caminó con el mayor de los cuidados para que el sonido de sus zapatos no la revelase antes de tiempo.
Pegó la oreja a la puerta para comprobar que estuviera solo y abrió muy lentamente. Para su buena suerte, Alonso estaba sumergido en unos papeles y mirando al ventanal, de espaldas a la puerta. Cerró con el mismo sigilo y luego de dar una barrida con la mirada a toda la estancia, echó el seguro para que nadie pudiera sorprenderlos.
—Pensé que ya habías superado esa mala manía tuya de trabajar en sábado, amorcito.
Alonso saltó del asiento, provocándole una risita cuando vio que se le caían al suelo todos los documentos que sostenía entre sus manos. La miró con los ojos muy abiertos, evidentemente sorprendido.
—¿Regina?
—Sí, tu esposa, tu tesoro... Vuelve al planeta Tierra, amorcito, que no estás soñando ni viendo espejismos —se burló, avanzando hasta él para rodearle el cuello con sus brazos—. Esperaba una bienvenida con algo más de ilusión ¿sabes?
—Sí, lo siento. Es que... no te esperaba, tesoro —acertó a decir, sonriendo al fin para unir sus labios en un simple beso.
—¿Así es como me saludas luego de dos semanas sin vernos, Alonso?
Suspiró, meneando la cabeza y colocó la mano en su nuca, atrapando sus labios en un beso más apasionado. Su esposo reaccionó al fin y la rodeó con las manos, pegándola más a su cuerpo para profundizar ese beso. Recorrió sus labios, los saboreó y exploró, robándole el aliento de esa forma que tanto había extrañado.
Porque había extrañado sus labios, sus manos recorriendo su cuerpo y escuchar su voz mientras lo miraba a los ojos. Porque deseaba llevárselo a cualquier lugar donde pudieran recuperar todos esos días que no habían hecho el amor.
—Te... ex... tra... ñé... —confesó entre besos, tomando un poco de aire antes de que su esposo volviera a atacar su boca.
Apenas la dejó recuperarse, abrió los labios para dejar que sus lenguas se enredasen mientras caminaban hacia algún lugar. Sin separarse, sin dejar de besarse... Cuando se vieron obligados a respirar, ya se encontraba recostada en el sillón y con Alonso sobre ella esbozando una sonrisa que le iluminaba el rostro.
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Eterna Tentación #BilogíaTentación
RomanceLuego de cerrar el caso que los unió, Regina y Alonso deciden instalarse en Ciudad de México para iniciar una nueva etapa en sus vidas. Felices, tranquilos y llenos de trabajo, disfrutan cada momento y cada día junto a su hijo. Ese pequeño que es el...