Capítulo 45: Tan felices como nosotros ✅

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Salió de la oficina con más tiempo del que necesitaba en realidad para evitar el tráfico, aunque poco consiguió. Tuvo que armarse de paciencia, mirando el reloj para controlar el tiempo y esperando no llegar demasiado tarde. Al detenerse por culpa de otro atasco, miró el mensaje que acababa de recibir de su esposa.

Tesoro:

No te preocupes, amorcito, yo recojo a los niños. Nos vemos más tarde en la casa.

Aliviado de que Regina hubiera creído su excusa, respondió rápidamente:

Gracias, tesoro. Nos vemos en casa.

Con la hora justa, estacionó el coche al fin en su destino y apresuró el paso para adentrarse en el aeropuerto, buscando la puerta de llegadas internacionales y comprobando en las pantallas que el vuelo en el que venían Jaime y Fernanda estaba aterrizando sin contratiempos.

Y sí, sus mejores amigos habían decidido visitarlos por sorpresa, avisándolo apenas un par de días antes de su llegada para pedirle que fuera a recogerlos. Jaime, que fue quien lo avisó, le pidió que no le contara nada a Regina ni a sus hijos, advirtiéndolo muy seriamente de que necesitaba hablar con él de algo que era muy importante. La curiosidad le ganó y no pudo evitar preguntarle si todo estaba bien o había pasado algo, pero su socio únicamente le dijo que no era algo que pudiera decirle por teléfono y que conversarían cuando estuviera en México.

Por eso estaba ahí solo, esperando con paciencia que desembarcaran, cumpliendo con su petición para que todos se llevarán una sorpresa con su visita. Especialmente sus hijos, que no habían vuelto a ver a sus tíos desde hacía varios meses cuando, en vacaciones, fueron ellos quienes viajaron a España.

—Alonsooooo —chilló una voz muy conocida, una que reconocería entre miles: Fernanda—. ¡Hola, amorcito!

Dejó escapar una risita al escucharla llamarlo así, aunque no pudo no corresponderle cuando corrió a abrazarlo. Lo rodeó y lo apretó con fuerza y él no se quedó atrás. 

—Bienvenida, Fer —dijo, dejando un beso en su mejilla—. Estás preciosa —la halagó, abrazándola de nuevo.

—Ya lo sé, pero gracias —alardeó con suficiencia, haciendo que la sonrisa de su mejor amigo, que venía caminando hacia ellos con varias maletas, se ampliara aún más mientras la miraba—. Viniste solo ¿cierto? Espero que nos hayas guardado el secreto.

—Por supuesto —afirmó—. Le pedí a Regina que recogiera a los niños hoy con la excusa de que tenía una reunión muy importante que me era imposible aplazar.

—Eres un mentirosito, Alonso Dávila —lo acusó.

—La felicidad de mis hijos bien vale una pequeña mentira —alegó, sonriendo cuando vio cómo su mejor amigo se detenía frente a ellos, tratando de respirar con normalidad por el peso de las maletas.

—Podrías echarme una mano ¿no crees? —se quejó.

—Claro que sí —bromeó, alargándole la mano a modo de saludo y riendo cuando él se molestó, obligándolo a aceptarla y tirando de él para abrazarlo—. Me alegra teneros aquí de nuevo.

Jaime asintió y correspondió a su abrazo con una sonrisa, apretándolo un poco más de lo normal. Al verlo a los ojos, supo que había algo que lo tenía un poco tenso y muy nervioso.

—¿Estás bien? 

—¿Yo? ¡Claro! —le mintió. Lo conocía demasiado bien y sabía que le estaba mintiendo, aunque decidió no insistir—. Lo que pasa es que tengo muchas ganas de ver a mis sobrinos. 

Eterna Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora