Capítulo 32: El que no arriesga, no gana ✅

52 8 10
                                    

Esbozó una sonrisa y le agradeció que le retirase la silla para que pudiera tomar asiento. La ayudó a acomodarse y enseguida ocupó el lugar que estaba a su derecha. Un mesero se acercó para averiguar qué pensaban beber y entregarles las cartas. Ambos pidieron tan solo agua, porque Jaime se solidarizó con ella y decidió no beber nada que pudiera antojársele y no debiera consumir.

Mientras pensaba lo que iba a pedir para comer, lo observó de reojo. Todavía no podía creer que le hubiera dada la vuelta a la conversación de esa manera hasta casi prohibirle seguir hablando de la mujer que le gustaba. Pero lo que Jaime no sabía era que hacerle aquella invitación a comer juntos tan solo era una jugada previa con la que conseguir la información que buscaba y una confirmación de sus sospechas.

—¿Sabes? Me alegra mucho darme cuenta de que mis mejores amigos también son felices —inició la conversación luego de que el mesero les tomara nota y se llevara la carta. Con ese comentario, logró captar de nuevo la atención de Jaime—. Me gusta que las personas que quiero vivan y sientan todo lo que yo tengo y disfruto.

—Supongo que eso es lo que todos queremos para las personas que nos importan.

—Por supuesto, pero muy pocas veces se da que la mayoría de las personas que tienes a tu alrededor son felices y están ilusionados con algo o con alguien.

—Ah, ¿sí? —Ella asintió, escondiendo lo mejor que pudo las ganas que tenía de sonreír al darse cuenta que estaba entrando al juego sin saberlo—¿Y se puede saber quiénes son esas personas?

—Pues... no sé. Ayer que hablé con mi hermana y la escuché muy feliz, eso me alegra. Tú, que estás ilusionado con esa mujer misteriosa, aunque ya sé que no puedo preguntar de quién se trata —comentó alzando las manos, fingiendo inocencia—, y Fer.

—Fer. Fernanda ¿nuestra Fer?

—Claro, ¿quién más? —lo cuestionó como si sus palabras no fueran intencionadas.

—¿Y qué le pasa? 

—¿Cómo? ¿No lo sabes? ¿No te lo ha contado? —Él negó con la cabeza, muy despacio, intentando disimular la forma en que su cuerpo comenzaba a tensarse—. No puedo creer que no te lo haya contado si ustedes se llevan casi como hermanos. Pensé que no tenían secretos con el otro.

—Regina, me estás preocupando y... —le habló en tono serio, pero calló cuando el mesero llegó con sus platos. Esperó con impaciencia que se fuera y no le dio tiempo a comerse el primer bocado cuando continuó—: ¿Qué es lo que le pasa a Fernanda? 

—No sé si deba decirte —dudó, queriendo conseguir que él sintiera más curiosidad de saber—. Es algo privado y muy personal. Quizá se enoje si sabe que te conté.

—No pienso decirle nada.

—¿Lo prometes?

—Sí, sí. Te lo prometo —accedió con desesperación—. Ya dime qué sucede con Fer.

Esbozando una gran sonrisa en su interior, se inclinó hacia él para fingir que lo que iba a decirle era una confidencia que debía quedar entre los dos. Casi como si fuera un secreto de estado que nadie más puede conocer.

—Nuestra amiga está ilusionada con alguien —susurró sin perder detalle de la reacción de Jaime.

Pudo sentir cómo su respiración se aceleró y él quiso ocultarlo, así como quiso ocultar, sin serle posible, que aquella confesión había sido como una patada justo en el estómago. Lo vio en sus ojos que se dilataron y emanaron un brillo de celos que era imposible de esconder.

—El otro día hablamos y me lo confesó —continuó, deteniéndose para comer un poco y observar la impaciencia que se estaba apoderando de su amigo—. Me dijo que hay un hombre que le gusta y que está sintiendo cosas que no había experimentado antes en ninguna de sus relaciones.

Eterna Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora