Capítulo 48: Ligar contigo ✅

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Jaime había pensado hasta el más mínimo detalle de aquel viaje y, habiendo cumplido ya su primer destino, debían llegar hasta el sitio donde pasarían unos días más antes de regresar. Sus hijos estaban más que emocionados, aunque a ella le disgustaba y preocupaba a partes iguales una sola cosa: las ocho horas de camino que tenían por delante.

Salieron poco después del mediodía luego de recoger todas sus cosas, comenzando el trayecto tranquilos. Mientras Jaime y su esposo se turnaban para manejar, ella y Fernanda eran las encargadas de distraer a sus hijos cuando el tiempo metidos en el auto amenazaba con desesperarlos. Los entretuvieron con todo tipo de juegos, planeado lo que deseaban hacer durante esos días y viendo fotos de lo que podrían encontrarse.

Finalmente, no podía quejarse. El plan no había sido el desastre que ella esperaba y sus hijos terminaron profundamente dormidos antes de llegar. Como ya había anochecido, pidió que no los despertaran y con todo el cuidado subieron hasta las habitaciones donde poder descansar para todo lo que les esperaba al día siguiente.

—¡Arribaaaaaa! —chilló una de sus hijas, obligándola a despertar de golpe, casi a causa de un infarto—¡Todo está lleno de nieveeeee!

Cuando miró a su alrededor, Lucrecia y Alonso continuaban durmiendo a su lado, abrazados el uno al otro, y sin molestia alguna por los gritos de su hija mayor que abría todas las cortinas con una emoción exagerada. Purpurina corría tras ella y su Puntito apareció frotándose los ojos aún medio dormido.

—Buenos días, mami —murmuró, acercándose a ella para meterse en la cama a su lado y abrazarla.

—Buenos días, mi bebé —Besó su cabello y dejó que se acurrucara contra ella, acariciando su carita mientras bostezaba e intentaba despertar por completo—. ¿Mar te despertó?

—Sí, porque quería ponerse los zapatos y no sabe atarse los cordones —le explicó.

—¡Ya despiértense! 

La escuchó gritar de nuevo, aunque un poco más lejos, y supo enseguida que había corrido hacia la habitación donde dormían Jaime y Fernanda puesto que el futuro esposo de su mejor amiga también había pensado en eso y había conseguido la mejor suite del hotel, con tres habitaciones conectadas, para que todos pudieran estar juntos. Concretamente, para que sus hijos pudieran decidir libremente con quién dormir.

—¡Papaaaaaaa! —gritó de nuevo, saltando sobre la cama para aterrizar sobre Alonso que, para su sorpresa, de esa forma sí despertó—Levántate, papi, que ya es de día y hay mucha nieve.

—Buenos días a ti también, hija —murmuró su marido, alzando a Mar de encima de él para reacomodarse mientras ella trataba de ocultar una risita—. ¿Tú crees que esta es la forma correcta de despertar a los demás?

—Yo traté de despertarlos antes, papá, pero ni siquiera se movieron —se excusó su hija, encogiéndose de hombros—. Además, tú dijiste que iremos a esquiar y primero me tienes que enseñar cómo hacerlo y que eso nos tomará tiempo.

—Creo recordar que también te dije que estaremos aquí varios días.

—No importa —replicó su hija, bajándose de la cama y tirando de la mano de su padre—. Vamos, papá, que ya el tío Jaime se está vistiendo y aún tenemos que buscar los esquís y un profesor.

No tardaron demasiado en desayunar y estar listos para ir en busca de todas esas aventuras en la nieve que su hija mayor deseaba experimentar. Para su buena suerte, la estación de esquí quedaba junto al hotel, por lo que pudieron ir caminando. Si bien podrían haber sido unos diez minutos, ellos se demoraron una hora. ¡Una hora! ¿La razón? Sus bebés estaban tan fascinados con tanta nieve que no podían dejar de jugar.

Eterna Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora