El cambio de horario continuaba haciendo de las suyas con él por cuarto día consecutivo. Después de pasar casi dos meses en España, ya estaban de nuevo en casa, en México, y por más que trataba no podía evitar pasar la mayor parte de la madrugada acostado y mirando al techo sin poder dormir con normalidad. A su lado, Regina no parecía verse afectada y descansaba plácidamente abrazada a su cuerpo con posesividad. Acarició su cabello y sonrió al dejar un beso en su frente. Amaba verla dormir de esa forma, con sus piernas y brazos enredados en él y la cabeza apoyada en el hueco de su hombro.
Pasaron unas semanas increíbles en su país natal en las que se habían dividido entre el trabajo y el placer. Disfrutaron de su familia y amigos hasta el último minuto y se despidieron de ellos con la esperanza de poder regresar lo más pronto posible.
El sonido de su teléfono lo distrajo de sus pensamientos y alargó la mano para cogerlo, extrañado al ver el nombre de Luis en la pantalla. Él nunca llamaba a esas horas, porque ya pasaban las tres de la madrugada, a no ser que fuera una verdadera urgencia.
—No atiendas, Alonso —murmuró su esposa entre sueños, pegándose más a él.
—Puede ser importante, tesoro, es Luis.
Rodeó los ojos y se los frotó cuando él encendió la pequeña lámpara de su mesita, permitiéndole que se sentara en la cama para atender la llamada.
—¿Sí?
—Buenas noches, Alonso, disculpa la hora, pero pasó algo grave y no podía esperar a mañana —explicó, preocupándolo.
—¿Qué sucedió? —cuestionó, incorporándose un poco más.
—El guardaespaldas de la señorita Baker me llamó porque su acosador volvió a actuar —Su cuerpo entró en tensión de inmediato y miró a su mujer que lo veía con el ceño fruncido y cruzada de brazos—. Al parecer, estaba en la casa de unos amigos, en una fiesta, y encontraron su auto destrozado en el estacionamiento.
—¿Qué? ¿Estás seguro?
—Lo tengo frente a mí, Alonso —respondió—. Sé que querías apartarte de este caso todo lo posible, pero creo que es necesario que vengas.
—En este momento salgo para allá —aseguró, saltando de la cama sin dudarlo—. Envíame la dirección y que nadie toque nada.
Colgó la llamada y revisó el mensaje con la ubicación del lugar antes de caminar hacia el vestidor en busca de su ropa.
—¿Qué sucede, amorcito? ¿Qué pasó?
—Es en relación a un caso, Regina, debo irme ahora mismo.
—¿Qué caso? —lo interrogó, poniéndose en la puerta del vestidor para bloquearle el paso.
—Un caso, mi amor. Luis necesita de mi ayuda —evitó mencionar de qué se trataba, consiguiendo apartarla para poder vestirse—. Probablemente no regrese hasta que amanezca, pero te avisaré cualquier cosa.
—Es sobre esa niñita, ¿verdad? La tal Alison —Se cruzó de brazos frente a él y suspiró, frotándose la nuca con cansancio y viéndose obligado a asentir—. ¿Qué le pasó?
—Tesoro...
—¿Qué le sucedió, Alonso? —repitió la pregunta, esa vez con un tono de voz mucho más serio, enojado y que no le daba más opción: o le explicaba o tendrían una grave discusión.
—Parece ser que estaba en una fiesta y su acosador le destrozó el coche.
—¿Qué? —Sus brazos cayeron a sus costados y vio cómo sus labios formaban una O perfecta que mostraba su shock. Asintió, viendo cómo su respiración se alteraba y se puso en pie para tomar sus manos—. ¿Lo dices en serio?
ESTÁS LEYENDO
Eterna Tentación #BilogíaTentación
RomanceLuego de cerrar el caso que los unió, Regina y Alonso deciden instalarse en Ciudad de México para iniciar una nueva etapa en sus vidas. Felices, tranquilos y llenos de trabajo, disfrutan cada momento y cada día junto a su hijo. Ese pequeño que es el...