Miserable || YiZhan ||

23

Al entrar a su habitación, lo primero que Yibo encontró fue a Xiao Zhan recostado en su cama.

Estaba durmiendo.

Lentamente se acercó al pelinegro, al estar frente a él sintió un dolor agudo en  el pecho.

No le tomó importancia.

Con la mirada recorrió el cuerpo de su esposo. Hace más de una semana no le había puesto atención. Aunque nunca lo hizo.

La piel de Zhan estaba muy blanca, y su cuerpo estaba más delgado de lo Normal, ¿acaso no estaba comiendo?

Frunció el ceño y se acercó aún más, se puso de cuchillas y analizó su rostro.

Zhan era bello; piel blanca y suave, como porcelana, labios tan suaves que parecían de algodón, pestañas largas, y ni hablar de sus ojos: parecían dos luces que emanaban un brillo tan deslumbrante. El lunar bajo sus labios, ese pequeño punto que enloquece a cualquiera.

Su sonrisa. Esa que ya no ve por falta de tiempo o por no tomarle atención, pero... Recientemente ya no lo veía sonreír.

Lentamente, acercó una de sus manos hacia el rostro de Zhan, pero antes de tocarlo, el movimiento brusco que inconscientemente el pelinegro hizo lo detuvo.

Se puso de pie y se fue al baño.

¿Qué estaba a punto de hacer?

[...]

—Zhan, ¿Estás bien? —preguntó la señora Wang.

Los demás miraron, excepto YiBo.

Zhan, aún con la mirada baja, asintió.

YiBo lo miró con el ceño fruncido, pero Zhan seguía sin levantar la mirada.

—Zhan —advirtió Wang.

Levemente el cuerpo del pelinegro tembló.

Debía hacer caso a las advertencias de YiBo de lo contrario estaría en problemas.

Zhan entendió lo que quizo decir. YiBo odiaba que no le respondieran a sus preguntas.

Levantó la mirada, pero a nadie miró a los ojos.

—S-si, señora Wang, e-estoy bien, muy bien —con una pequeña sonrisa contestó.

—Pero Zhan, sí es así, ¿por qué ni siquiera tocaste la comida? —nuevamente preguntó la mujer.

La señora tenía razón, hace más de media hora están sentados compartiendo la comida y Zhan no había ni tocado los cubiertos.

—Es sólo que no tengo apetito —respondió.

YiBo nuevamente frunció el ceño.
Zhan era de esas personas que amaban comer.

YiBo, cuando lo conoció, lo primero que supo de él fue que comía mucho, que Xiao Zhan amaba comer.

Era raro.

Todo quedó en silencio.

Seon, al darse cuenta del silencio, decidió poner un poco de humor, según ella.

—Hermanito, en los tres días que no estuviste en casa, ¿te enfermaste? —haciéndose a las inocentes preguntó.

El ceño de YiBo se frunció aún más.

—Cómo qué no estuvo en casa —con la voz sería, habló YiBo.

—Oh, cuñado, ¿no lo sabías? Pensé que Zhan te lo diría. Él estuvo fuera de casa por tres días, no vino ni a dormir —contestó Seon.

YiBo miró a Zhan.

Zhan inmediatamente bajó la mirada. Estaba en problemas.

Su labio empezó a temblar junto a su cuerpo.

—C-con permiso, m-me retiro. Provecho.

Zhan se puso de pie y caminó hacia su habitación.

Desde la distancia pudo sentir la intensa mirada de YiBo.

Tenía miedo.