1. Nicolo ve un fantasma

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De no ser por el fantasma y todo lo que este desencadenó, aquella noche habría sido de rutina para Nicolo

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De no ser por el fantasma y todo lo que este desencadenó, aquella noche habría sido de rutina para Nicolo. No era la primera vez que servía como mozo en una fiesta elegante, aunque esta tenía la particularidad de que los asistentes vestían trajes de principios del siglo XX.

El protocolo de vestimenta incluía al propio Nicolo, quien llevaba puesto un chaleco negro como parte de un uniforme con una especie de lazo al cuello, en lugar de la corbata que solía usar en la cafetería donde trabajaba de día. Era su jefe diurno el que lo había puesto en contacto con lady Sarah, la organizadora de aquel evento especial, una veterana coleccionista de arte venida del extranjero.

Es un gusto que estáis parte de nuestro equipo esta noche —había dicho ella para darle la bienvenida a los mozos, con su acento inglés y español imperfecto.

El lugar era una antigua casona restaurada, de esas en que los techos eran altos, las escaleras imponentes y las sombras largas. Tenía sentido que hiciera frío adentro, a pesar del calor burbujeante de la fiesta. Insistente, el viento se colaba por las rendijas de los ventanales, le soplaba a Nicolo en la nuca y apoyaba en sus hombros unos helados dedos invisibles.

Bandeja en mano y haciendo su mejor esfuerzo por no temblar, Nicolo navegó entre risas, coqueteos y sombreros adornados con plumas, mientras ofrecía aperitivos salados con una sonrisa poco convincente. Nadie más parecía sentir el frío con la misma intensidad que él, ni siquiera quienes llevaban puestos vestidos de flapper de los años 20, cortos y ligeros.

Claro que había otra posible causa detrás de aquella incómoda sensación, una en la que trataba de no pensar, aunque esta acechaba en el umbral de su mente.

Fantasma, susurró una voz en su interior que sonaba como la de su madre.

No, pensó Nicolo. ¿Justo ahora, cuando llevaba meses de cierta paz?

Una segunda voz, esta vez en el plano físico, se abrió paso a través de la nebulosa de sus pensamientos. Era cálida y grave, y venía de su derecha:

—¿Estás bien? —le preguntó.

Descolocado por el tono familiar que usó el desconocido, Nicolo se volvió hacia la fuente de la voz. Al hacerlo se encontró frente a un extraño que se veía más joven que el promedio de edad de la mayoría de los invitados: parecía estar en sus veinte, tal como él mismo. La tonalidad dorada de su piel hacía que Nicolo pareciera el verdadero fantasma a su lado, y llevaba puesto un sombrero de copa y una capa al cuello, al mejor estilo de los magos antiguos. Tenía el porte para lucir el atuendo, también, y su forma de pararse —erguido, relajado— dejaba en claro que era consciente de eso.

Distraído por la perfección del disfraz, Nicolo olvidó por unos instantes el frío, que fue reemplazado por una llama de curiosidad. Cuando reparó en la sonrisa traviesa que adornaba el rostro del extraño, sin embargo, la sensación dio paso a la vergüenza. ¿Sería que lo había mirado demasiado fijo?

Juego de fantasmas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora