20. No todo lo que pasa entre las sombras es malo

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La revelación de que lady Sarah sabía más de lo que aparentaba era lógica y dolorosa al mismo tiempo, y la pregunta que hizo Jazz a continuación le erizó la piel a Nicolo:

—¿Pero la Lisbeth que conocemos en nuestro tiempo existe o es una versión joven de lady Sarah que se filtró desde el pasado? ¿Qué tal si lady Sarah joven es cómplice de su versión mayor? ¿Qué tal si las filtraciones empezaron desde antes?

—No estoy segura —respondió Lupe, jugueteando con su lápiz—. Es posible que Lisbeth sea su sobrina real, pero a estas alturas no sé. ¿Por qué sería tan hostil, si no fuera una malcriada de verdad?

—¿Para pintar a lady Sarah como una ingenua? —aventuró Zarek—. Eso es lo que yo creía de ella.

Con un nudo en el estómago, Nicolo se apartó de Zarek, quien tanto le había insistido en que aquel sería un trabajo fácil, y se sentó sobre la cama de la habitación, que aunque estaba en el mismo lugar, no parecía ser la misma que en el presente. En ese tiempo, fuera cual fuese, la rodeaban pesadas cortinas estampadas, aseguradas a los postes de madera que salían de cada esquina con una suerte de broche que las mantenía abiertas.

—¡Un momento! —exclamó Jazz—. ¿Significa eso que Paulo también nos mintió, que es cómplice de lady Sarah? ¡No puedo tener tanta mala suerte en el amor, me niego!

—No sabemos eso —repuso Zarek—. Pero es una posibilidad. Ahora no sé si deberíamos responder a su llamado...

—¿No puedes hacer una tirada de cartas para saber? —insistió Jazz.

—No creo que las cartas nos ayuden mucho en estas circunstancias.

Nicolo los escuchó hablar sin decir palabra, demasiado aturdido como para intervenir.

El cuarto, como la casa entera, era una mezcla de muchos tiempos a la vez: un par de enormes anteojos de sol ovalados, al estilo de los 60, descansaban sobre la mesa de luz, mientras que de un perchero colgaba un sombrero adornado de flores de principios del siglo XX. Conviviendo con él, al menos, estaba el abrigo deportivo que el propio Nicolo había puesto allí al llegar por primera vez. Ver una pieza perteneciente a su tiempo le dio esperanzas, pero sabía que no debía ilusionarse demasiado.

Tan ensimismado estaba que no notó que Zarek se acercaba hasta que el colchón se hundió un poco cuando él se sentó a su lado.

—Perdóname —murmuró Zarek—. Por decirte que vinieras. Nunca imaginé que algo como esto podría pasar...

Nicolo fijó la vista en sus propias manos para resistir la tentación de mirar a Zarek, aunque en el tono apagado de su voz podía adivinar su aspecto decaído.

—¿Nunca sospechaste nada raro de lady Sarah? —preguntó Nicolo—. Dime la verdad.

Zarek resopló.

—Solo sabía que creía en lo sobrenatural, pero ¿cómo iba a imaginar que terminaría en esto? Cuando la veía rodearse de gente que decía hacer magia, creía que era solo una persona ingenua y excéntrica que no sabía qué hacer con tanto dinero. He conocido alguna gente así.

Esta vez, Nicolo se atrevió a mirar a Zarek de reojo y lo vio apoyar la frente entre las manos, como si la cabeza le pesara tanto que no la podía mantener derecha.

—No te voy a culpar si me odias por haberte metido en esto —agregó Zarek, con un pesado suspiro—. No la tomé en serio y ahora estamos aquí.

Después de haber visto qué tan profundo era su escepticismo, al punto de que era probable que siguiera cuestionando que lo que estaban viviendo fuera real, Nicolo le creía. Así que, con timidez, apoyó una mano sobre el hombro de Zarek, que levantó la vista como si el gesto le hubiera tendido una cuerda para ayudarlo a salir de un pozo.

Juego de fantasmas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora