38. Storytime de por qué una gente organizó una ceremonia turbia

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Aunque Nicolo podía ver a través de sus ojos, ya no tenía control sobre sí mismo. Quien manejaba sus movimientos ahora era el fundador de la casa, el enigmático hechicero del que había hablado lady Sarah en su momento: el maestro Vitale.

Nicolo era apenas un espectador atrapado dentro de su propio cuerpo, a merced de la voluntad del nuevo dueño, quien se miró las manos y se acarició el rostro, maravillado por volver a sentirse sólido, luego de años en estado incorpóreo. Así fue que Nicolo descubrió que no solo podía sentir lo mismo que él, sino también percibir las emociones y los pensamientos del otro, aunque no tuviera voz ni voto. Era un poco como estar otra vez sumergido en el fondo del lago, aplastado por una inmensidad inconmensurable, incapaz de decir nada.

Impotente, vio cómo el fundador acercaba su mano a uno de los candelabros que adornaban el altar, pasaba un dedo sobre el fuego y lo hundía en la cera semiderretida, que cedió bajo la presión. Una punzada de dolor llegó hasta Nicolo, mezclada con un placer que no era suyo, pero que no podía evitar sentir.

—Este cuerpo se siente cómodo —comentó el fundador, mientras abría y cerraba la mano—. Elástico, joven. El calce es casi perfecto.

—Nos aseguramos de que todos los candidatos tuvieran buenos antecedentes médicos esta vez —dijo Amatista, mientras lady Sarah asentía—. El error de la vez pasada no se va a repetir, maestro.

El fundador se volvió hacia ellas, quienes lo contemplaban con los ojos llorosos unos escalones más abajo. No había miedo en sus miradas, solo una admiración tan desbordante que se transformaba en lágrimas. Ellas no eran las únicas inundadas por la emoción, que empapaba el aire que se respiraba en el interior de la capilla y llegaba en olas de parte de cada uno de los concurrentes.

Aquella no era la primera vez que se realizaba la ceremonia, pero sí la primera en que algunos de los asistentes veían renacer al maestro con sus propios ojos. Otros, como lady Sarah, habían estado presente la vez anterior, en 1990. De la ceremonia de la década del veinte, en la que el fundador había tomado el cuerpo de su propio nieto, no quedaba ya nadie que pudiera recordarlo.

—De los errores se aprende —dijo el maestro, extendiendo hacia Amatista y lady Sara sus manos, sobre cuyo dorso ellas depositaron un beso devoto—. Además, sí disfruté del corto tiempo que estuve dentro de Alicia, es una lástima que su cuerpo fuera débil.

Al tener acceso a sus recuerdos, Nicolo pudo ponerle rostro al nombre de Alicia: se refería a la chica del pelo rizado, la amante de Carlo, la de su primera visión. Ella había terminado en el mismo altar en el que Nicolo se encontraba en ese momento. Su corazón, sin embargo, era débil. No mucho después de recibir al espíritu del fundador, su cuerpo había muerto.

—Si termino de perfeccionar este método de salto entre cuerpos —continuó el maestro—, ustedes podrán tener uno nuevo también. Hay buenos candidatos entre los finalistas.

—Es verdad —respondió lady Sarah—. Tienen tanto mucho potencial.

Con horror, Nicolo comprendió que manejaban la posibilidad de usar en el futuro los cuerpos de Zarek, de Jazz, de Lupe. Ni siquiera tenía el consuelo de que, al menos, ellos fueran a quedar libres. Tal vez sufrirían el mismo destino que él, tal vez Zarek albergaría el espíritu de su antiguo jefe, y Amatista terminaría ocupando el lugar de Jazz.

—Tu sobrina se parece muchísimo a ti cuando eras joven —señaló el fundador—. ¿Es por eso que le tendiste una trampa para que viniera también?

—Quería saber qué usted piensa de ella —admitió lady Sarah.

—Podría ser una buena candidata, sí.

Juego de fantasmas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora