12. Cuidado con los deseos (se pueden cumplir)

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Nada tenía sentido, pensó Zarek mientras intentaba ordenar sus pensamientos, alborotados por la extraña experiencia. Todavía podía sentir en la mano la huella del agarre desesperado de Nicolo, quien ahora dormitaba en un sillón de la sala donde Jazz y Lupe discutían qué hacer a continuación.

Afuera reinaba la negrura de la noche y Zarek llevaba un buen rato oliendo un fantasmal aroma a lluvia, a pesar de que de momento no había caído ni una gota. El olor lo perseguía desde la sesión, insistente al punto de que olió su propia ropa, para asegurarse de no estarlo imaginando. Estaba en todas partes.

Más allá de eso, todo se había calmado al finalizar la sesión, cuyo recuerdo comenzaba a sentirse como el de un mal sueño luego de que encendieran las luces. Paulo se había ofrecido a mantenerse en guardia mientras Amatista y lady Sarah descansaban en sus habitaciones.

—Ahí se fue mi oportunidad de pedirle a Paulo que pasara la noche conmigo —murmuró Jazz, acomodándose en uno de los sofás—. No quiero dormir solo, ¿alguien se ofrece a acompañarme? ¿Qué vamos a hacer?

—Por ahora no podemos hacer mucho —dijo Lupe, mientras anotaba en su libreta lo que parecía ser un esquema—. Estoy ordenando nuestras pistas: tenemos a la chica de rulos que habló a través de Nicolo, la otra presencia oscura, y sabemos que había un colgante en juego.

—¿No dijo lady Sarah que esta casa había sido hecha por un mago? ¿Y si él es la otra presencia, y no Carlo?

—Sí, ese mago es una figura misteriosa, vivió hace dos siglos y por lo que he averiguado dicen que eligió este terreno por razones esotéricas, por ser un punto energético especial.

Zarek tenía la atención dividida entre escuchar la conversación y poner en marcha un tocadiscos, con la esperanza de que un poco de música aligerara la tensión del ambiente. Sospechaba que terminarían pasando la noche en esa misma sala, que además de albergar una gran colección de libros y discos de vinilo, contaba con amplios sofás. Cada uno parecía haber hecho nido en su propio rincón.

—¿Especial para qué? —preguntó Jazz—. ¿Será que interfieren esas energías? Eso explicaría que Internet ande tan mal, no puedo subir fotos ni videos, no es justo. Estoy en una casa embrujada y nadie me va a creer cuando lo cuente, ya los veo diciendo que lo inventé todo.

—No hay mucha información sobre eso ni sobre él en general, solo rumores. Me pregunto si podremos encontrar información en alguna parte de la casa... —Lupe levantó la vista de su libreta y recorrió las estanterías de libros con su mirada.

—Tal vez haya una habitación secreta —propuso Zarek, sacando un libro al azar.

Por un tenso instante todos aguantaron la respiración, como a la espera de que el gesto activara alguna puerta escondida, y lo único que se escuchó fue la melancólica voz que salía del tocadiscos, cantando sobre penas de amor de gente que había muerto mucho tiempo atrás.

Nada pasó.

Zarek volvió la mirada hacia el viejo tomo que sostenía en la mano y al ver el título sonrió frente a la coincidencia.

—¿Qué libro es? —preguntó Jazz.

El libro tibetano de los muertos —respondió Zarek—. Dicen que puedes leerlo durante 49 días con alguien fallecido en mente para ayudarlo a cruzar al otro lado en paz.

—Interesante. —Jazz se incorporó mejor—. ¿Qué tal si Carlo estaba intentando calmar a los fantasmas de la casa con ayuda ese libro? Claramente, no funcionó, pero quizás lo intentó.

Si Carlo era un asesino arrepentido, tenía sentido que se apoyara en un libro así en busca de consuelo. Incluso tenía sentido que se creyera perseguido por espíritus. Había un tipo de fantasmas cuya existencia nadie podía negar, y eran los que plagaban los recuerdos de las personas. Él también era acosado por unos cuantos de esos, pensó Zarek, mientras dejaba el tomo de vuelta en su lugar.

Juego de fantasmas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora