15. Sombras del pasado

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Nicolo se mordió la lengua. Le asustaba la certeza con la que sabía que debían recuperar el colgante para que la casa los dejara salir, como si alguien se lo hubiera susurrado al oído. No, peor aún: como si hubiese venido de su interior. ¿Habían sido aquellas sus palabras?

Lupe y Jazz lo contemplaban con el rostro contraído por la intriga, tal vez preguntándose lo mismo que él.

—Bueno, al menos deberíamos intentarlo —dijo Jazz, suspirando—. O sea, no es como que tengamos alternativas...

Delante de la camioneta se levantaba de nuevo la casa. De alguna forma se veía más grande que antes, o quizás fuera una ilusión creada por la niebla, que no permitía ver el techo ni los lados. Con sus límites ocultos por el vaho, daba la impresión de ser un castillo infinito que se asomaba a través de las nubes.

Nicolo miró por el rabillo del ojo a Zarek, tan petrificado ante la escena que podría haber sido una de las estatuas del jardín.

Se quedaron en silencio unos minutos, cada uno tratando de no dejarse llevar por la desesperación. Se sentía como haber estado cerca de ganar al ajedrez solo para que alguien llegara a tirar todo lo que estaba la mesa. Ahora debían volver a acomodar las piezas del tablero que habían caído al piso y empezar de nuevo.

—¿Entonces cuál es el plan, cómo encontramos ese colgante? —se atrevió a preguntar Jazz en voz baja—. ¿Y qué hay que hacer con él, destruirlo o enterrarlo o qué?

Al encontrarse con las miradas de Jazz y Lupe, Nicolo entendió que tenían esperanza de que él supiera. No era así. A pesar de eso, respiró hondo y buscó dentro de sí mismo, con la ilusión de dar con una respuesta que llegara con la misma claridad que antes.

No supo si sentirse aliviado o aterrado de encontrar solo silencio. Incapaz de responder, negó con la cabeza.

Pensó de vuelta en su madre y en lo que ella haría. Ella no se resignaría luego del primer intento. Ella se metería en el más barroso de los pantanos para buscar la respuesta. Tanto era así que había llegado a asistir a la policía con sus habilidades en el pasado. Al mismo tiempo, ¿no era esa temeridad la que había provocado que su mente quedara atrapada en un limbo entre mundos durante una de sus investigaciones, a pesar de que su cuerpo seguía vivo?

Nicolo, que no quería terminar igual, se esforzaba en poner barreras que lo protegieran. Ahora tendría que abrir las puertas de par en par.

—Supongo que podríamos intentar hacer una segunda invocación —murmuró Nicolo—. Aunque no sé si podría hacerlo yo solo...

Abrumado, bajó la vista para no tener que ver la fachada de la casa, que parecía desafiarlo, burlarse de él.

La idea de enfrentarse solo a aquel monstruo desconocido era aplastante, al punto de que podía jurar que el aire frío se estaba volviendo más sólido a su alrededor. Su cuerpo comenzaba a tiritar cuando una calidez inesperada rodeó sus hombros. Olía al incienso de vainilla de Zarek, quien acababa de cubrirlo con su abrigo.

—No estás solo —dijo Zarek con voz firme—. Lo que sea que está pasando es cosa de todos. Estamos juntos en esto.

Las palabras, que sonaban tan extrañas a los oídos de Nicolo, lo entibiaron por dentro. Acostumbrado a tener que enfrentarse solo a sus miedos, le costaba entender que esta vez había otros caminando a su lado, dispuestos a ayudarlo.

—¡Es verdad! —secundó Jazz—. Se supone que estamos aquí porque tenemos alguna habilidad, perdón si te bombardeé a preguntas como si fueras el único responsable...

Nicolo levantó la cabeza. Al encontrarse con la mirada del resto, el fuego tímido que ardía en su interior comenzó a cobrar más fuerza.

—Amatista estaba escribiendo en un cuaderno —señaló Lupe—, podría haber información útil allí. Suena a que había recibido algún tipo de mensaje.

Juego de fantasmas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora