30. Nicolo visita un palacio subacuático, pero ¿a qué costo?

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A pesar de que el agua del lago se cerraba sobre él con una fuerza que se volvía más aplastante con cada movimiento, Nicolo siguió adelante. Fijó la vista en el brillo rojo de la piedra hasta que todo lo que lo rodeaba desapareció, reemplazado por una oscuridad de textura espesa y sofocante que apagaba sus sentidos.

La negrura, voraz, avanzó sobre Nicolo al mismo tiempo que él recorría ese túnel maldito. Lo único que se mantenía claro era la meta, el collar que resplandecía como una estrella carmesí en aquel espacio vacío, hermosa y lejana.

Nicolo entendió que no le alcanzaría el tiempo para llegar a ella y volver, pero aun así tenía que intentarlo, por lo que estiró la mano hacia ella al igual que un niño intentando tocar la luna desde tierra firme.

No era suficiente, claro que no. La fuerza se le escapaba junto con lo último que le quedaba de consciencia. Pensó en Zarek, afuera, esperando por él. En qué sería de Jazz, de Lupe, y pidió perdón en silencio. Creyó escuchar sus voces discutir sobre si debían bajar a buscarlo, a Zarek decir que ya había pasado demasiado tiempo, que no pensaba quedarse de brazos cruzados. No, no Zarek. León, a quien apenas comenzaba a conocer. ¿Se convertirían los dos en fantasmas, al final? ¿Podría, al menos, bailar con él en el salón principal de la casa, o quedaría el espíritu de Nicolo confinado al lago?

—No... —quiso decir Nicolo.

El brillo de la piedra empezaba a extinguirse cuando una inesperada ráfaga lo empujó hacia adelante. Vino acompañada de la suave presión de decenas de manos que rodeaban su cuerpo, para ayudarlo a acortar la distancia que lo separaba de su objetivo. Las reconoció como las de los seres del lago, resbalosas e indiscretas, al sentirlas deslizarse por sus piernas, su espalda, sus brazos y finalmente sus labios, a través de donde algo imposible cortó la densidad del agua y llegó a él.

Aire.

Era aire fresco, entregado por las criaturas del lago que lo estaban ayudando a avanzar, que revivió sus sentidos, que sabía a bosque, a noche, a libertad.

—Yo quería quedármelo —protestó uno de los espíritus del agua.

—Pero también quieres ver qué va a pasar con la piedra, ¿o no? —respondió otro, que estaba enredado en el cuello de Nicolo.

Delante de Nicolo, la piedra volvió a refulgir con más intensidad que nunca. Lo que antes se veía como una estrella inalcanzable era más cercano y posible.

Nicolo aprovechó el nuevo impulso para recorrer la distancia que le faltaba y consiguió, por fin, tocar la piedra. Era caliente al tacto y palpitaba, tal como la memoria de Nicolo. Una vez más, su textura le hizo pensar en un corazón vivo, ansioso.

Cuando cerró la mano sobre ella, la oscuridad se transformó en una luz encandiladora que le obligó a cerrar los ojos. Lo único que existió durante unos segundos fue el latir de la piedra contra su palma, que se ajustó al ritmo acelerado de su propio corazón, hasta que este se calmó. Envuelto en un calor agradable, ya no sentía la presión del agua ni la urgencia de respirar. Su cuerpo era liviano, libre de dolor y necesidades.

Al abrir los ojos se encontró flotando en otro lugar, una especie de palacio subacuático de muros rocosos. El techo, altísimo y con partes al descubierto, dejaba pasar una luz que iluminaba el ambiente y se reflejaba en las piedras del fondo. Un cardumen de peces rodeó a Nicolo con curiosidad antes de seguir su camino hacia una gruta estrecha, dejando detrás apenas un rastro de burbujas.

—Ven —dijo una voz cercana, cargada de ternura.

Nicolo se volteó hacia el origen del llamado y se quedó helado al ver, a poca distancia, a Zarek, o eso creyó a primera vista. Le confundió que vistiera un atuendo distinto al que llevaba puesto afuera, más teatral, más parecido al que le había visto en la dimensión de los pasillos: incluía una capa y un sombrero de copa que por alguna razón se mantenía en su lugar, y el traje era más elaborado, adornado con bordados y prendedores. Flotaba en el agua con la misma naturalidad y paz que los espíritus que lo habían ayudado antes. Podía ser que tuviera la forma de Zarek, pero Nicolo ya no estaba tan seguro de que se tratara de él.

Juego de fantasmas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora