Nicolo ya no estaba en la habitación oscura de instantes antes, sino en un corredor amplio y repleto de muebles y objetos de distintas épocas. Reconoció algunas cosas propias de la casa, tal como los enormes ventanales y un televisor de tubo igual al que Nicolo había visto en el sueño de 1990, que descansaba sobre una mesa de té.
A diferencia de la dimensión de los pasillos vacíos, este lugar se sentía vivo, aunque de una manera muy peculiar. Desde los altos techos descendían, como copos de nieve, partículas brillantes que iluminaban el ambiente con un resplandor sutil. Mientras estas bajaban, otras cosas subían. En el aire flotaban algunos libros, monedas y copas de oro, un viejo teléfono de rosca con el tubo descolgado.
Nicolo mismo se sentía ligero, como si en ese lugar la gravedad no funcionara de la misma manera que en el mundo real, como si un paso en falso o un estornudo pudiera terminar haciéndolo flotar.
—¡¿Qué es todo esto, una visión?! —exclamó una voz familiar detrás de él—. ¿Es esto lo que viste la vez anterior?
Nicolo se volteó y dio un respingo al ver a Jazz.
—¿Cómo es que estás aquí? —le preguntó, y al caminar en su dirección el suelo se hundió bajo sus pies, cual si fuese un colchón de agua.
—¡Tú dime! —replicó Jazz—. ¿Dónde están los otros? ¿Qué voy a poner ahora, storytime de cómo visité el país de las maravillas? ¿Y por qué hay un león al lado tuyo?
—¿Un qué...? —comenzó a decir Nicolo.
Su mano derecha, la que Zarek apretaba en el mundo real, se sentía tibia incluso allí; pero, al bajar la vista, Nicolo entendió a lo que se refería Jazz. En esa dimensión sus dedos no estaban entrelazados con los de Zarek, sino enterrados en la melena de un enorme león, el mismo que había visto antes en sueños.
El animal levantó la cabeza y le dirigió una mirada serena. Sus ojos no eran del tono dorado claro típico de los leones, sino de uno oscuro y profundo, muy cálido: demasiado similares a los de un humano.
—¿Zarek...? —preguntó Nicolo, dubitativo.
Por un segundo creyó que el animal le contestaría, pero este solo movió las orejas y pestañeó. Aun sin tener la respuesta directa, Nicolo tuvo la certeza de que aquella criatura sí era Zarek, de alguna forma que no podía explicar.
—¿Me estás diciendo que eso es Zarek? —preguntó Jazz, animándose a acercarse un poco.
—Creo que sí —respondió Nicolo, y se inclinó un poco frente al animal, para quedar a su altura—. Creo que lo representa.
—Bueno, no sería lo más raro de la situación, supongo —Jazz levantó la vista y apuntó con la mano al techo, donde un cardumen de peces volaba sobre su cabeza—. Y, mira, ¿esas no son las gárgolas de afuera?
Jazz señaló dos estatuas monstruosas que custodiaban un gran espejo oscuro colocado unos metros detrás de ellos, en el lugar donde nacía el pasillo.
—Creo que por ahí es que entramos a este lugar —murmuró Nicolo.
—Pero recién estábamos en la sesión espiritista. ¿Esto es otro mundo o una visión? Se siente tan real...
Jazz tenía razón. Ese mundo se sentía tan sólido como el suyo. Nicolo podía palpar cada hebra de la esponjosa melena del león, aunque su presencia allí no tuviera sentido; sentir el aire, cargado con el aroma decadente pero nostálgico de las cosas antiguas; escuchar su corazón palpitando, agitado, desesperado por entender. ¿Estaba allí en mente y cuerpo, acaso? Ya no tenía certeza de nada.
—Queríamos hablar con alguien que nos dé respuestas —murmuró, tomando una bocanada de aire—, supongo que aquí podríamos encontrarlas.
—¿Dónde está Lupe con su esquema de dimensiones cuando la necesitamos? —suspiró Jazz.
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Juego de fantasmas (completa)
Paranormal(LGBT+) Un chico que ve fantasmas se une a un seductor tarotista para resolver un misterio paranormal que los pondrá en peligro. ¿Será el amor un obstáculo o una ayuda? Paranormal/romance. ═════════ Nicolo siempre ha visto fantasmas, aunque desearí...