27. Nicolo toma decisiones cuestionables con respecto a unas luces raras

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Nicolo le dio un último vistazo a la casa antes de seguir al resto, mientras estos se alejaban del estacionamiento para adentrarse en las sombras del bosque que lo rodeaba. La misma niebla que escondía las gárgolas de la entrada hacía que las luces que iluminaban la fachada parecieran siluetas espectrales.

—Algo está mal —murmuró Nicolo, buscando en la oscuridad la mano de Zarek, que se volteó hacia él con preocupada seriedad.

Le alivió encontrar la piel del otro cálida, en contraste con el aire de la noche. En aquel espacio, donde todo se sentía rancio y fuera de lugar, era reconfortante experimentar la tibieza viva de otra persona.

Aunque no hubiera ningún humano observándolos a simple vista, las ventanas de la casa se veían como ojos que seguían sus movimientos a través del bosque con interés.

Pero eso no era lo único.

Había algo más allá. A Nicolo le incomodaba no poder escapar de la idea de que otra cosa les pisaba los talones, de que era el blanco de una fuerza invisible, el objeto de deseo de un ente hambriento. Se preguntó si alguien en la casa había notado el movimiento en el bosque y los observaba de lejos, a pesar de que avanzaban a oscuras. Tal vez la oscilación de las ramas los delataba, tal vez la pálida luz de la brújula de Lupe era visible desde los pisos superiores, aunque ella la tapara cuando la consultaba.

—¿Lo dices por ellos o por todo? —preguntó Zarek, y su mirada fue con disimulo hacia Paulo y Lisbeth, que caminaban junto a Jazz y Lupe unos pasos más adelante.

Nicolo no supo qué responder. Si tenía que ser sincero, ellos eran la menor de sus preocupaciones. Comparado con la ominosa impresión de estar siendo observado por algo que no podía ver, Lisbeth y Paulo se le hacían inofensivos.

La primera tiritaba de frío y maldecía por lo bajo, mientras que Paulo explicaba que conocía un pequeño sendero olvidado que nacía en terreno detrás de la casa y que podrían usar para llegar al lago. ¿Era ingenuo de parte de Nicolo confiar en él? Quería creer que no, que no hacía más que seguir su propia brújula interna, y esta confirmaba las sugerencias de Paulo. Su madre solía hablar de esa sensación, en épocas en que todavía se podía conversar con ella.

En silencio, Nicolo volvió a prometer que volvería a intentar hablarle, cuando saliera de aquella situación. Algo le decía que ella podría escucharlo ahora, que un puente se había abierto entre los dos, luego de que él aceptara sus habilidades y le hubiera pedido ayuda. La sentía despierta, cercana, incluso en ese momento, a la distancia.

—Estoy poniendo mi confianza y mi corazón en tus manos —escuchó que Jazz le decía a Paulo—, no los rompas. Si me traicionas, voy a hacer un video exponiéndote.

—Me parece justo —respondió Paulo—, pero no pasará. Si aparezco en tus videos, quiero que sea por razones buenas.

Jazz sonrió, pero Lupe, que se mantenía en guardia, dijo:

—No te preocupes, Jazz. Traje cuerdas. Ante el menor indicio de traición, los podemos atar a un árbol y dejarlos atrás. —A pesar de que a veces era difícil distinguir entre una broma y una afirmación cuando se trataba de Lupe, en ese caso no quedó duda. Era una amenaza.

—¡Yo no tengo nada que ver con esta locura! —replicó Lisbeth, que se abrazaba a sí misma como si el abrigo que Lupe le había dado no fuera suficiente—. ¿Por qué voy a querer estar aquí muriendo de frío y de miedo? ¿Crees que me gusta esto?

—Es verdad, eso es lo que me hace pensar que tal vez no seas una traidora. —Lupe apartó unas matas que se cruzaron en su camino usando su cuchilla—. De Paulo tengo más dudas.

Juego de fantasmas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora