33. A veces cobran vida por las noches

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Para Zarek, la aparición de lady Sara se sintió como una bofetada. No vestía el salto de cama con el que la habían visto la última vez, sino uno de los vestidos diseñados a medida con los que solía asistir a fiestas, cual si hubiera estado esperando todo ese tiempo en un rincón, tomando té, mientras el resto se desvivía por encontrar una solución. Una exquisita estola de piel que llevaba sobre los hombros la protegía de la brisa de la madrugada.

—¿Cómo espera que le creamos, a estas alturas? —preguntó Zarek entre dientes, sin poder disimular la rabia que hizo temblar su voz.

No era solo rabia, si tenía que sincerarse consigo mismo. Era miedo, también. La sombra del terror que había sentido minutos atrás, al creer que Nicolo moriría; la inquietud que permanecía con él, en la forma de un hormigueo persistente; la certeza de saber que algo no terminaba de encajar, que no podía bajar la guardia. Respirando hondo, se pasó una mano por el pelo mojado y usó la otra para acercar contra sí a Nicolo, cuyo cuerpo seguía sintiéndose extrañamente tibio.

Si Zarek no estaba congelándose de frío era porque Nicolo había obrado su extraña magia sobre él, con ayuda del collar maldito. La calidez que nacía de la piedra y parecía haber sido absorbida por Nicolo ardía con la fuerza de un fuego extraño, constante, antinatural. No se veía como alguien que hubiese estado a punto de morir, sino como alguien que acababa de nacer.

—Entiendo vuestro escepticismo —dijo lady Sarah—. No imaginé tantos problemas. Esto no era el plan.

—¿Sí? —replicó Zarek—. Se ve bastante preparada, si me lo permite.

Auntie, what's going on? —preguntó Lisbeth—. ¿Qué es todo esto?

Lady Sarah suspiró y chasqueó la lengua mientras miraba al resto de los presentes.

—Desde la muerte de Carlo, esta lugar es inestable —explicó—. Él era el guardián de una joya de su familia que desapareció cuando él murió. Es lo que busco hace mucho. Por eso estáis aquí. Todos tenéis una habilidad que tiene que ver con cosas más allá de este mundo.

A Zarek le seguía molestando aquel discurso que lady Sarah repetía con convicción total. Que ella lo incluyese en ese grupo de personas con habilidades especiales lo incomodaba, como si la afirmación hiciera que le picara un lugar donde le era imposible rascarse. Se movió un poco, inquieto, hasta que se encontró con la mirada de Nicolo, que atrajo su atención poniendo una mano sobre su mejilla.

Zarek aguantó la respiración, hipnotizado por él, y se maldijo por ser tan débil. No le alcanzaban los dedos de las manos para contar las veces en que su encaprichamiento por él lo había llevado a actuar como un idiota, pero tenía que resignarse a que así eran las cosas. Lo que había empezado como un coqueteo superficial era ahora un sentimiento genuino, y no tenía sentido resistirse por más tonto que lo hiciera sentirse. Que fuera lo que tenía que ser.

Parecía que Nicolo estaba a punto de decirle algo, pero alguien más fue quien se adelantó a hablar:

—Si es así como usted dice —dijo Lupe—, ¿por qué no decirnos desde el principio lo que quería de nosotros?

—Por probar vuestro talento y saber si puedo confiar. La existencia de esa joya es información confidencial. Tú investigaste la casa y no encontraste nada sobre ella. ¿Crees que eso es casualidad?

Lupe se cruzó de brazos, pensativa. Jazz preguntó, entonces:

—¿Por qué Carlo se deshizo de ella, si era tan importante y todo eso?

—Carlo estaba pasando por un momento difícil los últimos tiempos —respondió lady Sarah, sin titubear—. No pensaba con claridad. Paulo sabe, ¿no? No estaba bien.

Juego de fantasmas (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora