Varios días después y una semana de mucho trabajo, el día de nuestro viaje a Francia había llegado, nuestras hijas se quedarían con nuestros padres, para ellas era una aventura cada vez que se quedaban con sus abuelos, la tía Eva planificaba su boda y nosotros nos tomaremos unos días para nosotros. Ambos vestíamos con ropa casual, era la primera vez que estaría en Europa y si mis nervios estaban a flor de piel.
El vuelo fue largo, en primera clase y sin guardaespaldas, Damon me mostraba el camino, estaba emocionada. Horas después habíamos aterrizado en "Charles de Gaulle International Airport"
- bienvenida a Francia - dijo Damon tomándome de la mano después de bajar del avión.
El aeropuerto era tan grande y lindo, se escuchaba a las personas hablando en francés, Damon respondía de manera fluida, eso me sorprendió pues no sabía que hablaba otros idiomas.
- ¿Hablas más idiomas? - dije mirándolo.
- no se hablar perfecto, pero cuando estas en un comando especial aprendes - caminamos a la salida del aeropuerto con nuestras maletas - iremos al hotel y a cenar. Mañana iremos a conocer la torre Eiffel - eso me dio mucha alegría - sé que este viaje te gustará, algunos museos serían lindos.
- gracias Damon, este viaje será tan único.
- te encantará.
Las calles de París eran tan únicas, su arquitectura tan delicada y su nombre era digno "la ciudad del amor" Damon sujetaba mi mano sin dejar su teléfono, sabía que esto era parte nuestra vida, las empresas no se podían abandonar de buenas a primera, llegamos a nuestro hotel "Shangri-La Paris" su entrada era fenomenal, un hotel cinco estrellas. Nunca en mi vida había estado en uno. Al entrar un chico no muy mayor nos recibió, dentro todo está lleno de flores, las mesas de mármol y algunos muebles decoraban el lobby, una arquitectura hecha poesía, una lámpara me llamaba la atención ya que era en forma de mujer de un color dorado, las escaleras blancas perfectamente pulidas y con un barandal de estructura metálica en negro, algunas lámparas en forma de araña colgaban del techo. Estaba tan enamorada del lugar, su arte y belleza. Ni en 1000 años me hubiese imaginado en un hotel tan lujoso. En recepción solo le dieron la tarjeta de acceso a nuestra habitación, Damon había reservado con anterioridad.
Subimos a nuestra habitación, y me sorprendí mucho más, era del tamaño de la casa de mis padres, tenía una sala para recibir visitas, un comedor pequeño de madera, una terraza para desayunar con vista a la torre Eiffel, era una vista maravillosa, el segundo piso cargaba con la cama amplia, llena de almohadas de plumas y unas sábanas de sedas blanca, llenas de pétalos de rosas, con un balcón tan grande, su vista era alucinante, casi podía tocar la torre, de lo cerca que estábamos. Un mueble grande en forma de círculo con cojines de colores y unas flores llenaban ese espacio. Mi esposo disfrutaba verme la cara de asombro y alegría.
- Damon, esto es fabuloso - dije caminando hasta él - me encanta - lo besé - gracias por este regalo - me sujeto de la cintura.
- espera ver la vista que tiene de noche - sus ojos no dejaban de mirarme - veamos el baño - dijo soltándome.
- de acuerdo - ambos caminamos y si, desde luego era fabuloso. Todo era de mármol y una bañera de patas doradas hermosa, era más grande que la nuestra - es alucinante.
- lo es cariño - sonreí y me abalancé a él y comencé a besarlo - si seguimos por este camino no iremos a cenar - dijo entre besos.
No me importaba, quería besarlo. Pasé mi mano por su cabello y me sujeté más a él, sus manos me alzaron por la cintura llevándome a la cama grande, sus ojos se cruzaron con los mío y allí lo supe nuevamente, mi mundo era Damon. Bajó la parte de arriba de mi vestido dejando mis senos libres. Los besó y los mordió provocando en mí sensaciones distintas, estaba excitada por completo. Subió sus manos por mis piernas para quitar mi braga, estaba mojada, sus dedos entraron en mi lentamente, se movían suave y tocaba mi clítoris en círculo, mientras su lengua jugaba con mis senos. Un orgasmo llegó a mi haciéndome gritar mil tonterías. Mi esposo quitó su camisa y su pantalón. Se arrodilló en la cama y con esa sonrisa que tanto me gustaba abrió mis piernas para pasar su lengua por mi húmeda y palpitante vagina, volvió a meter sus dedos y está vez la sutileza paso hacer brusquedad. Este era el Damon que me gustaba sexualmente. Otro orgasmo y otro más se apoderaron de mí y cuando pensaba que ya no podía más Damon entro en mí. Duro, rápido y sin ningún tipo de piedad, mis gemidos eran audibles y sabía que el haría lo necesario para que fuesen más altos. Nos sé cuántas estocadas más pasaron hasta que ambos terminamos. Tendidos en esa cama, con la respiración acelerada nos quedamos en silencio, Damon salió de mi con cuidado.
ESTÁS LEYENDO
Ni tan bella Ni tan bestia
Romancesexo explicito y mucha diversión. Dos edades distintas, dos caracteres distintos, dos personas distintas y algo en común, el deseo del uno por el otro. El un hombre frío y muy sincero, capaz de hacer que cualquier mujer haga su santa voluntad d, lo...