A la mañana sonó mi despertador, era sábado y no quería despertar. Mire a mi alrededor y me di cuenta o recordé que no estaba en mi casa, fui al baño y me asee gracias a mama que me enseñó a tener un cepillo dental y una braga en mi bolso, lave mi cara y baje. Era muy temprano de seguro mi jefazo no estaba despierto así que bajaría por agua. Baje las escaleras de una forma delicada, todo en esa casa era blanco y con detalles dorados, un castillo por así decirlo, le faltaba color. Llegué a la cocina la cual estaba un poco a oscura pues eran las cinco de la mañana, abrí la nevera y ¡Dios! Que nevera, había de todo, pero solo opte por una botella de agua, volví a cerrar la nevera y camine hasta la barra mire a mi alrededor para encaminarme al cuarto cuando escuche una voz decir;
- ¿Por qué no desayunas? – pegué un brinquito, no lo esperaba – no se asuste – mire a donde estaba el señor Smith, sentado en una de las sillas del comedor con un periódico y una taza de café.
– señor, señor Smith. Buen día.
– siéntate, desayuna algo.
- ¿Qué hace despierto a esta hora? – este me miró.
– a las cuatro y cuarenta y cinco ya estoy despierto ¿Qué hace usted despierta?
– mi despertador, además recordé que no estoy en mi casa.
– yo no te he despertado, ni he pedido que lo hagan – me senté en una silla a su frente - ¿Quiere café?
– no gracias, debo irme – me iba a levantar cuando este me miró.
– ya he llamado a varias empresas de cerrajería, pero ninguna trabaja. Es fin de semana.
– gracias no debió molestarse, si es así debo irme a casa de Beccania
– mira, desayuna y luego vemos que harás - ¿eso era una orden?
– no tengo hambre – este se levantó de la silla. Hasta ese momento me fije que no llevaba camisa, su pantalón de algodón bajo quedando hasta su cintura dejando ver sus entradas muy definidas. Tenía un cuerpo de atleta. Al ver que lo miraba tomo su sudadera y se la coloco
– me iré a dar una ducha, ya le mando a subir algo de ropa a la habitación.
– como diga – me levante tras él y subí.
Entre a la habitación y enseguida tocaron mi puerta, era una señora de unos 60años la cual me entrego una muda de ropa, me sorprendió lo rápido. Le sonreí a la señora y esta me devolvió la sonrisa. Se veía cariñosa, al irse coloque la ropa en la cama y vaya que ropa, un pantalón de jean y una camisa sin mangas blanca y un jersey negro a mirad de brazo. Mis tacones eran negros así que me iba a combinar. Me metí a bañar y me vestí para bajar. Cuando estaba abajo mi jefe desayunaba. Iba con un traje formal negro, al verme me indico que me sentara y la señora me sirvió unas frutas y una avena ¿eso es comida? Mire el plato y luego a ella que me sonrió.
– señorita ¿si quiere puedo hacerle panqueques? – mire a mi jefe el cual ni me miraba solo veía su teléfono.
– dime bella, si no es molestia yo puedo hacerlo – esta me miro y luego a el señor Smith, este la miro y luego a mí.
– ella lo va a preparar - ¿Por qué coño era tan prepotente?
– pero puedo hacerlo – la señora me miro sorprendida – no es molestia, no necesito que me hagan las cosas.
– Bella – su voz sonó muy terrorífica – aquí se hacen las cosas como se deben, ella es la persona que cocina – su mirada intimidaba mas no daba miedo.
– no se moleste señora, realmente no tengo hambre. Quizás una botella de agua este bien – mi jefe me miro y puso cara de poco amigo. Un hombre como de la misma edad de la señora el cual me miro y sonrió ¿Por qué todos me miraban y sonreían?
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Ni tan bella Ni tan bestia
Romancesexo explicito y mucha diversión. Dos edades distintas, dos caracteres distintos, dos personas distintas y algo en común, el deseo del uno por el otro. El un hombre frío y muy sincero, capaz de hacer que cualquier mujer haga su santa voluntad d, lo...