empezando

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Al fin viernes, el trabajo estaba acabando conmigo. Mi jefe era alguien muy reservado y solo se dirigía a mi persona para decir sí o no, o cuando necesitaba algo. Además, cabe destacar que esta rebueno, la mañana de este viernes no pintaba nada bien, había trabajo por doquier y mi amado jefazo estaba que explotaba de amargura. Entre a su oficina para dejar unos papeles que este había pedido y un café negro que se le antojo.

– venga, tenemos trabajo – su trato era tan frío pero muy educado.

– aquí está su café y los papeles que me pidió – se los entregue y este bebió un sorbo – tiene una reunión a las once menos diez

– suspéndela, tengo una reunión en privado y Bella para la próxima no le pongas azúcar a mi café – este hombre no comía azúcar en ninguna de sus formas.

– de acuerdo, señor Smith recuerde que debe pedir el jet para el viaje

– sí, ya firmare una autorización – este desplegó unos que otros planos en la mesa del fondo, esa mesa tenía un aspecto violable. ¿Cómo tener sexo ahí? Mi jefe me miraba con atención – es una mesa cómoda – no me jodas ¿me leyó la mente?

– sí, se ve cómoda. ¿trabaja usted bien ahí?

– más que bien, un día le permito usarla. Cuando este usted muy llena de trabajo.

– con usted siempre estoy llena – camine hasta la mesa y él me miraba sorprendido – de trabajo, claro.

– si es mucho, puede irse – maldito arrogante que todas las putas noche aparecía en mis sueños, para mí era como una especie de deseo comprimido – su mirada es muy fija señorita Adams, ¿desea algo usted de mí?

– no señor Smith – mire a la mesa y él se acercó más a mi – iré a llamar a los exportadores, permiso – di un paso atrás y este sonrió

– la veré en un momento, traiga agua a su regreso, tenemos mucho trabajo.

– como diga.

¡AIRE! Si eso necesitaba, este hombre no podría ser más arrogante, creído y con una mirada tan seca y fría, amargado de primera. Cerré la puerta y camine hasta mi escritorio, me senté y respire profundo, Becannia me lo había dicho, es insoportable. Llamé a los exportadores para pedir el conteo de exportación, el señor Smith era un hombre que no dejaba escapar ningún detalle, al terminar volví a su oficina con las botellas de agua y lista para trabajar en sus planos. Toda la noche en ellos, no podía creer que trabajara tanto, él se veía muy relajado y de vez en cuando me miraba las piernas, lo hacia sin ningún problema y yo no lo veía mal, me gustaba y por Dios esa mirada suya y su sonrisa de lado que era la única que dejaba escapar, aunque sabía que era falsa. Medio personal se había ido y yo aun en esa oficina, el coloco un poco de música clásica y destapo una botella de whisky. Sirvió dos vasos y me coloco uno a un costado de la mesa, mientras que el solo se puso a dibujar en su plano, no quería eso, quería dormir.

– el trago es suyo, beba.

– no me gusta el whisky.

- ¿Por qué? – ahora quería hablar, después de unas tantas horas en silencio

– es fuerte, viejo y da un dolor de cabeza.

- ¿es una teoría o una afirmación? – este dejo su trabajo y se apoyó en la mesa.

– afirmación – lo mire a los ojos, señor que ojos tan claros.

Damon – tiene razón, pero a la vez no. Le explico; es fuerte, si así es, fuerte como se debe ser. Viejo porque necesita tener historia para poder ser disfrutado, es como las personas, si no tienen experiencia no llegaran muy lejos al menos que aprendan rápido y si lo sabe tomar le aseguro que no le dolerá la cabeza.

 Ni tan bella Ni tan bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora