El juego de este sábado en la noche se llama la gallinita ciega. En él, una casa entera tiene que vendarse los ojos e ir corriendo por un pequeño cuadrilátero atrapando gente, lo que suena completamente fácil tomando en cuenta que el espacio en el que las personas se desplazarán es diminuto; pero no lo es tanto cuando eres tú quien lleva los ojos vendados.
Ya han dicho los organizadores que si se pone a llover tendremos que cancelar la noche de juegos, pero de momento siento mucho viento y nada de lluvia. Mis ojos están completamente vendados; no veo nada, y la única voz familiar que ingresa por mi oído es la de Dalia chillando que teme a la oscuridad.
— ¡Lo prometo! ¡Pregúntenle a Olivia!— exclama ella, haciendo que unas pequeñas risitas se apoderen de mi garganta— ¡duermo con las cortinas abiertas!
Los organizadores han puesto una especie de barreras para que nadie se salga del cuadrilátero. Están hechas con palos y soga y se asemejan bastante a un ring de boxeo, sólo que mucho más grande.
De momento, nos mantenemos quietos. Evan, Dalia, Nikola y yo dijimos que nos mantendríamos lo más cerca del otro posible, pero sé de antemano que en cuanto el juego comience, todo el mundo se dispersará y haré el ridículo como siempre lo hago.
— ¡Bien, prepárense!— exclama el mismo pelirrojo que hace una semana atrás me puso en el círculo de la vergüenza— ¡1...2...COMIENCEN!
Cuando el grito se escapa de su garganta, puedo escuchar el movimiento a mi alrededor. Las risas, los gritos, los pasos, los empujones. Es como si todo el mundo se estuviera moviendo y de repente yo me he quedado completamente estática sin saber qué hacer.
— ¡Olivia!— puedo escuchar la voz de Dalia llamando mi nombre desesperadamente a lo lejos, así que intento caminar hacia donde se encuentra su voz al mismo tiempo que intento coger a alguno de los muchachos de las otras alas.
Pongo mis manos hacia el frente y aleteo mientras camino de manera torpe. Río por lo bajo solamente por lo graciosa que debo de verme haciendo eso y avanzo a empujones, pero no consigo agarrar a nadie, hasta que, finalmente, las yemas de mis dedos se entierran en lo que parece ser un pecho.
— ¡Lo siento! ¡Lo lamento!— exclamo asustada, soltando el busto de inmediato.
— ¡Me han agarrado un pecho!— grita la aludida, y el alivio llega a mi subconsciente cuando me percato de que es Dalia.
— ¡Cállate! ¡Que he sido yo!— le pido, provocando que la muchacha suelte una enorme carcajada.
Primera persona que logro agarrar y también era una gallinita ciega.
— ¡Soy pésima para este juego!— me dice Dalia, cogiéndome del brazo como si de repente no confiara en sus propios pies para caminar. Yo asiento de manera boba como si ella pudiera verme.
— ¡Yo también!— exclamo.
Finalmente, el silbato suena y sabemos que es momento de quitarnos las vendas antes de que comience la otra ronda.
Dalia y yo nos destapamos los ojos y nos miramos divertidas para luego observar a nuestro alrededor. Mis ojos inmediatamente se posan en el círculo de la vergüenza; bueno, yo no he aportado mucho, pero al menos mi casa ha logrado sacar a un montón de personas de las otras alas.
— Somos muy buenos— dice Dalia por lo bajo, asintiendo para sí misma. Yo río porque probablemente somos el peor aporte para nuestra casa.
Comienzo a escanear levemente el paisaje mientras los organizadores hablan. Intento encontrar a Evan o a Nikola con la mirada, pero no sé dónde están; sin embargo, puedo notar cómo, a lo lejos, Vince ríe a carcajadas con la misma morena de siempre, provocando que una sensación extraña se acomode en la boca de mi estómago.
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NIGHTED
Teen FictionNIGHTED: La reencarnación de la reina Mens Olivia Noboa tiene un talento innato para hacer de su pasado un misterio. No tiene amigos, familiares, y nadie sabe qué sucedió en la última casa de acogida en la que estuvo, lugar que la dejó con un trauma...