Epílogo

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Pestañeo unas cuantas veces hasta que mis ojos logran acostumbrarse a la poca iluminación del lugar. Mi cuerpo se siente inmensamente adolorido, mis piernas débiles, y mis brazos tiemblan por la poca fuerza que ha quedado en ellos. Sin embargo, me siento extrañamente...poderosa. Y no sé porqué. 

Observo a mi alrededor durante unos segundos solamente para notar que estoy encima de una especie de cama, sólo que es tan gigantesca que mi habitación entera podría caber allí. Es como una almohada enorme, acolchada, de color rojo, en la que me gustaría quedarme descansando por toda la eternidad.

Por unos instantes, siento terror; pero luego, desaparece. Una extraña sensación de pertenencia me conecta con este lugar, y no sé de dónde viene. Entrecierro los ojos para mis adentros intentando recordar qué fue lo que sucedió; y entonces, mi mirada baja con desesperación hasta mi corazón, justo en el lugar donde Dalia enterró ese cuchillo. 

La persona que creí que era mi amiga...me traicionó.

Hay una pequeña mancha de sangre en la zona, pero es como si la herida hubiera desaparecido y el cuchillo también. Yo me llevo las manos a la cabeza, sintiéndome un poco ahogada; no sé qué es lo que está sucediendo...¿por qué no estoy muerta?

Inspecciono la habitación durante unos cuantos segundos más; es lo más parecido a la habitación de un cuento de hadas que he visto en mi vida, pero un poco más tétrica. Es como si estuviera en un castillo embrujado; con ese techo alto, esa edificación de madera, el suelo reluciente, las telas de seda que cubren mis pies...

Tres pequeños golpes suenan en la puerta dorada que se alza frente a mis ojos y, cuando se abre, un hombre gigantesco se aparece ante mis ojos, haciendo que me sienta atemorizada por unos segundos. Sin embargo, él hace una reverencia ante a mí. 

Yo aprovecho para observarlo mejor; sus orejas son puntiagudas, su estatura es sobrenatural y su piel parece no ser humana. Incluso, el color es extraño... 

— Reina— él se agacha ante mí, haciendo que la confusión aumente. Reconozco su voz; es la misma voz que me tenía sujeta hace unos minutos atrás...es él. Es el gran duque.— es para mí un verdadero placer ser el primero en verla despierta. 

¿Qué?

Yo me quedo en silencio sin decir nada; pero no sé si él no lo nota, o simplemente no lo quiere notar. 

— Por favor, permítame comentarle que la ceremonia de coronación será en unos minutos— dice, aún agachado. Yo me aclaro la garganta. 

— ¿Dónde está Vince?— es lo único que se me ocurre decir. Por unos instantes, luce aturdido; pero luego, sacude el rostro y responde. 

— Creo que habla de Sica.— dice él, y luego añade:— Lo traeré enseguida, su majestad. 

Dicho esto, él desaparece. Yo me quedo observando a todos lados, pensando en si me está hablando en serio o simplemente es parte de un juego muy retorcido; sin embargo, todo alrededor de mí se esfuma cuando Vince aparece del otro lado de la puerta. 

El asombro llega a mí casi de forma instantánea cuando lo veo. No es el mismo Vince que conozco; no es el mismo Vince con el que me he cruzado siempre. Sus rasgos lucen mucho más... inhumanos, a pesar de que sé que se trata de él. Es el mismo rostro, pero sus orejas lucen puntiagudas...como las de un duende; parecidas a las del gran duque. Y un símbolo de pintura roja decora su frente. 

Él me observa levemente desconcertado; sus ojos hinchados me indican que ha estado llorando durante mucho rato, y su mirada perdida me indica que, de alguna manera, no quiere estar allí. Y yo no logro comprender el porqué. 

NIGHTEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora