Capítulo 21.

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"..¡Así te burlas, maldito demonio! Vuelvo a jurar venganza, vuelvo aprometer, miserable engendro, que te haré sufrir y te mataré; nuncaabandonaré esta persecución, hasta que uno de los dos perezca..."

Mis ojos escanean los párrafos de aquel libro con esmero. El reloj marca las diez de la noche; hace bastante rato debí haber cerrado y abandonado la biblioteca, sin embargo, después de terminar Mujercitas, busqué y busqué algo más en esos enormes muebles y no descansé hasta encontrar algo que me llamara la atención. 

Me acomodo un poco más en el suelo; mi espalda duele por estar afirmada durante tanto rato contra ese enorme estante de la biblioteca, pero es en ese preciso lugar donde la luz llega mejor y donde el ruido de la lluvia no es tan abrumador. 

La biblioteca está helada, solitaria, y sombría. A veces la madera cruje por el viento y yo doy pequeños respingos en mi lugar, solamente para descubrir que es el clima jugando con mi mente. 

He aprendido, con los días, que estar sumergida en las páginas de un buen libro es lo único que realmente puede despejar tu mente; olvidas tus problemas y tus pensamientos tormentosos para leer los de otro, por más ficticios que sean. 

El seco sonido de la puerta de la biblioteca hace que yo me gire para clavar la vista a mis espaldas; sin embargo, nadie se encuentra allí. La puerta parece haberse abierto y cerrado por si sola debido al viento, o al menos, eso es lo que creo hasta que me giro nuevamente y veo la imponente figura de Vince de pie justo en frente de mí. 

Ahogo un pequeño chillido; tengo la certeza de que el corazón se me paralizó por al menos un segundo, pero al menos, ya ha vuelto a latir. 

— Frankenstein, ¿uh?— pregunta, dándole un pequeño vistazo al libro que sostengo en mi mano. Él deja caer su cuerpo en el suelo, apoyando su espalda en el estante que paralelo a este para que su cuerpo y el mío queden frente a frente. Estrecha una pierna en mi dirección, de modo que su zapato se encuentra con mi rodilla, y la otra pierna la flexiona para dejar reposar su mano allí. 

Yo trago una enorme bocanada de aire, intentando apartar mi vista de sus perfectos labios, y concentro mi atención en las letras blancas que decoran aquella gruesa tapa azul. El aroma de Vince llega hasta mis orificios nasales con brusquedad, pero no puedo decir que me moleste; de alguna manera, ese olor hace que todos los músculos de mi cuerpo se relajen. 

Mi nerviosismo es evidente para cualquiera, y, de pronto, me siento patética. Probablemente estuve todo el día pensando en un beso que para Vince no significó absolutamente nada. Lo único que espero, con todas mis fuerzas, es que mi lenguaje corporal no le dé un indicio de lo que no puede leer en mi mente. 

— ¿L-lo has leído?— pregunto. Dios, soy un desastre. Ni siquiera me atrevo a alzar la vista en dirección al chico porque sé que probablemente se esté riendo de mí. 

— Si— me indica en voz ronca y calma— es uno de mis favoritos. 

Yo abro los ojos con sorpresa y, por primera vez en todo ese rato, me atrevo a observarlo. Sus ojos están clavados en mí; su expresión es serena, y sus facciones se han tensado apenas un poco, pero cuando nuestras miradas se encuentran, se suavizan de golpe, e incluso, tengo la sensación de que una rápida y fugaz sonrisa se desprende de sus labios. 

— ¿En serio?— inquiero. Él asiente dubitativo; sus ojos vacilan entre su espacio y el mío. Finalmente, se decide por el mío; arrastra su cuerpo hasta el mío y se sienta a mi lado, adoptando la misma posición que hace unos minutos atrás, sólo que ahora a tan sólo centímetros de mí. 

Ahora mi pierna flexionada y la suya están tocándose, y nuestras manos están a unos centímetros la una de la otra. Sólo espero que él no pueda escuchar los salvajes latidos de mi corazón ni la manera en la que ahogo el rostro para que mi cabello tape mis mejillas enrojecidas. 

NIGHTEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora