Capítulo 19.

59 11 2
                                    

Mi mano se azota con fuerza en la puerta de la habitación de Vince y esta se abre casi de inmediato, casi como si me hubiera estado esperando.  La sonrisa de su rostro se desvanece cuando nota la manera en la que mi empapado cuerpo se abre paso al interior de su cuarto a empujones. Mi hombro choca con el suyo con firmeza y, por inercia, su figura retrocede unos cuantos centímetros antes de cerrar la puerta a sus espaldas. 

Lo peor de todo, es que odio que me guste tanto ese aroma que se desprende tan potentemente de su cuerpo y que emana toda su habitación. Los recuerdos de la primera vez que estuve aquí llegan hasta mi memoria como balas de cañón; la noche en la que me trajo junto a Marcus después de salvarme la vida en ese bosque. En ese momento, no sabía lo que Vince Voclain sería para mí; mi tortura máxima. 

Él da un paso al frente y pone ambas manos en frente de él como si quisiera apaciguar mi actitud de enfado. Mi cabello chorrea agua, pero la adrenalina ha hecho que el frío se detenga. Aún así, no puedo evitar abrazar mi cuerpo con mis manos.

— Olivia...— su voz ronca es dirigida hacia mí, pero yo niego con el rostro de inmediato. No quiero tener que escuchar nada que tenga para decir; quiero ser yo quien le hable. Quiero ser yo quien le diga que mi vida estaba bien hasta que él apareció. 

— ¡No, Vince!— chillo, intentando, al mismo tiempo, no hacer un escándalo allí en su edificio— ¡una noche, sólo una noche quería para intentar ser normal! ¡Para intentar olvidar que tú y tu estúpido hermano aparecieron en mi vida! ¡Ni siquiera eso pudieron darme! ¡¿Por qué siempre tienes que ser tan jodidamente insoportable?!

Él frunce el ceño ofendido; de alguna manera, no le sorprenden mis palabras. Ni siquiera intenta desmentir lo que acaba de suceder; en el fondo, es imposible que toda esa obra haya sido de alguien más.

— ¿De qué estás hablando?— pregunta irritado, alzando las manos en el aire como si no pudiera soportar mi mierda ahora mismo. Mi sorpresa cada vez es mayor— ¡tu fuiste la insoportable que me rechazó completamente por irte con él...!

— ¿Y eso qué?— chillo, avanzando hacia él a medida que las palabras salen agolpadas de mi boca. Es como si por fin estuviera escupiendo toda esa rabia e ira acumulada en mi organismo; y verlo allí, con esos ojos marrones tan brillantes clavados en mí y esa mueca de frustración sólo provoca que me irrite más.— ¡¿Desde cuando tengo que darte explicaciones de las cosas que hago?!

Odio que incluso así de molesto luzca como la persona más linda que mis ojos jamás hayan visto. 

— ¡Desde que te confié un maldito secreto, Olivia!— él luce descolocado. Sé que está pensando que soy una estúpida; pero no me interesa lo que piense ahora. No después de que cada paso avanzado parece ser retrocedido casi de inmediato— ¡¿Qué es lo que esperas de mí, realmente?! ¡Te dije que no podías follar con nadie...!

Mi entrecejo se frunce de inmediato y el coraje viaja hasta mis mejillas, enrojeciéndolas por completo. Niego con el rostro intentando controlar mis emociones, pero odio que él actúe como si tuviera las respuestas y la razón siempre. No tenía ningún derecho a interrumpir mi cita.

— ¡Por Dios, Vince! ¡No iba a follar con él! ¡Era un puto beso!— exclamo fuera de mí misma. Sé que mis ojos están fuera de órbita y que mis manos no pueden dejar de moverse con furia con cada palabra que digo. 

Una risa irónica brota de la boca de Vince. 

— ¡Y una mierda, Olivia! ¡Si supieras lo que piensa mientras se acerca a ti te darías cuenta de la clase de chico que es!— reclama él. Su expresión ha cambiado del enfado a la repulsión y yo no puedo evitar sentirme abrumada por la manera en la que cree estar protegiéndome cuando en realidad no es así. 

— ¡Eres un puto dolor de cabeza!— chillo. Ahora, él parece enfadado nuevamente. Y herido. Puedo notar la manera en la que su manzana de adán sube y baja en medio de la frustración; su mandíbula está tan tensa que podría partirse en dos, y sus manos parecen estar batallando por no ir hasta sus cabellos y arrancárselos. 

— ¿Yo soy un puto dolor de cabeza? ¡¿Yo?!— pregunta, completamente fuera de todos sus sentidos. Cuando aquellas palabras salen de su boca, él da un paso al frente también. Sus ojos están clavados en los míos con firmeza y nuestros cuerpos están tan cerca que no puedo evitar que una entrecortada respiración brote de mis labios— ¡lo único que he intentado hacer todo este puto tiempo es proteger tu despreocupado cuerpo! ¡En lo que a mí respecta, deberías estar jodidamente agradecida de que nunca en la vida tendrás otra cita con el imbécil y pervertido de Calvin!

Su aliento golpea mi rostro de manera abrupta y sólo entonces reparo en la mezcla a alcohol que emana de él. Mi ceño se frunce; ¿está siendo brutalmente honesto? ¿Por qué se está comportando así? ¿Por qué actúa como si le importara lo que hago?

— ¡Te odio, Vince!— grito, acercándome sólo un poco más. Nuestros rostros están a tan sólo centímetros; nuestros cuerpos están tan cerca que si alguno de nosotros se inclinara tan sólo un poco hacia adelante...

— ¡Sólo intentaba protegerte!— grita de vuelta, dejándome completamente desconcertada. Entonces, tomo lo último de aliento que me queda para poder pelear de vuelta; para poder tomar todo ese orgullo que se me fue arrebatado y volver a apoderarme de él. 

— ¡No necesito que me protejas! ¡No necesito absolutamente nada..!— antes de que yo pueda terminar la oración, sucede. 

Las manos de Vince suben hasta la parte trasera de mi cuello con tanta rapidez que ni siquiera soy capaz de distinguir sus movimientos; sus dedos cálidos se entierran en mi cabello húmedo y me atrae con firmeza hasta él sólo para romper esa tortuosa y mínima distancia que nos mantenía separados. 

En medio de mi perplejidad, intento dar un paso atrás; pero en el momento en el que mis labios y los de Vince se juntan, todos los músculos de mi cuerpo parecen relajarse, y, de repente, siento como si estuviera flotando. 

Mi estómago parece haber estallado y mi corazón ha dejado de latir. Mis manos temblorosas reposan sobre mis costados durante los primeros segundos hasta que, finalmente, decido abrazar su cuerpo con mis extremidades.

Hay fuegos artificiales alrededor, o al menos, eso es lo que siento. En mi vida he besado algunos chicos, sí, pero ninguno se había sentido así; es como si estuviera besando un pedacito del cielo. Como si estuviera bailando en las nubes. 

Sus agarre se suaviza entonces y nuestras bocas comienzan a bailar de manera traviesa pero dulce. Él me sostiene como si tuviera miedo de que yo me vaya, y yo lo abrazo como si tuviera miedo de que se acabe. 

Su aliento a alcohol se apodera de mi boca entonces y nuestras lenguas se encuentran para estar juntas. Puedo sentir cada pizca de mi organismo sintiendo el pánico y la emoción de mil sentimientos juntos; todo a nuestro alrededor parece haberse desvanecido. Estoy besando a Vince Voclain y eso es lo único que soy capaz de procesar. 

Nuestro beso no dura demasiado, pero la adrenalina sí. Nuestros rostros se separan de repente y no sé si aquella distancia ha sido motivada por él o por mí; lo único que sé es que nuestras frentes siguen juntas, que sus manos siguen rodeando mi cuello y que mis extremidades siguen abrazándolo. Sé que mi corazón sigue latiendo con brutalidad y que un nudo se ha apoderado de mi garganta porque quiero llorar, y no tengo idea porqué. 

Su nariz toca la mía. Se siente como si me estuviera acariciando con cada movimiento que da; con cada toque, con cada parte de su cuerpo. Se siente como si me tuviera sin siquiera reclamarme, y es una sensación tan asombrosa como inexplicable. 

Vince humedece sus labios. Sus ojos no bajan hasta mi boca; se mantienen fijos en los míos como si quisiera que lo vea con atención. Como si quisiera que lo escuche.

Él deja salir un respiro entrecortado antes de poder hablar, y, finalmente, rompe ese silencio que se mantiene a base de nuestras dificultosas respiraciones y jadeos.

— Ya sé que no necesitas que te proteja— dice. Su voz ronca y grave habla en un pequeño susurro que choca con mi boca— pero quiero hacerlo, Olivia.

NIGHTEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora