Capítulo 28.

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Despierto conectada a un monitor de hospital. Las paredes blancas lucen abrumadoras, y a la vez acogedoras, lo que es raro. De pronto puedo recordar la última vez que estuve en un hospital, y debo sacudir el rostro para que esos pensamientos no se introduzcan tanto en mi cerebro. 

— ¡Despertaste!— exclama Dalia, y sólo entonces reparo en que la muchacha está sentada en el sillón justo al lado de mi cama. Yo giro mi rostro en su dirección; sé que luzco desconcertada y desorientada, y es exactamente como me siento. 

Lo único que recuerdo es todo ese humo ingresando por mi nariz...

— ¿Qué es lo que ha sucedido?— pregunto en un hilo de voz, sintiéndome repentinamente sedienta y agotada. Mis manos están conectadas a ese aparato y me impiden moverme con facilidad, así que opto por quedarme quieta y darle miradas de ruego a mi acompañante— ¿por qué estoy aquí?

Puedo notar la manera en la que sus ojos están vidriosos y culposos, y sé, de antemano, lo que probablemente está pensando. Sin embargo, no tengo fuerzas para decirle que todo está bien. De repente me siento...cansada. Siento como si me hubieran succionado hasta la última gota de energía que quedaba en mi organismo. 

Creo haberme sentido de manera similar alguna vez en mi vida; fue esa noche. Fue justo después de lo ocurrido. Fue cuando tuve que luchar para sacar fuerzas para correr y escapar, y luego, quedé igual de desgastada.

— ¿No recuerdas el incendio?— pregunta ella, de pronto mostrándose preocupada. Yo niego con el rostro. 

— Si, lo recuerdo— le aseguro— pero, ¿cómo llegué aquí? 

Dalia asiente como si lo comprendiera, pero no sé si lo haga. Aunque la verdad duela, lo cierto es que a estas alturas ya debería estar muerta. Probablemente debería comenzar a aceptar que ese es mi único destino, y, mientras más pronto lo acepte, mejor será. 

— Vince y Marcus se quedaron encerrados contigo en el gimnasio— me cuenta, y antes de que ella pueda seguir con el resto de la historia, sé que es mentira. Sé que probablemente eso es lo que ellos le dijeron a los bomberos o a la ambulancia, pero no me engañan a mí. Sé que no estaban esa noche— te intoxicaste con todo es humo, Olivia, pero ellos lograron llevarte hasta los camerinos y sacarte por la ventana. Te salvaron la vida. 

Sí, me la salvaron. Lo han hecho un par de veces, antes. Aunque para ser justos, Marcus también ha intentado quitármela. 

— ¿Cómo están ellos?— me atrevo a preguntar. Esta vez, puedo notar la manera en la que los ojos de Dalia me observan con cierta sorpresa. 

— Bien, de hecho— asiente para sus adentros como si no pudiera creer sus propias palabras— no sé cómo, pero lograron salir ilesos de las llamas. Tú resultaste algo más lastimada, pero los doctores dijeron que estás bien. Muy bien, de hecho. Que tuviste suerte, y, honestamente, Olivia, lamento tanto...

Dalia sigue hablando, pero yo sigo pensando en aquel incendio. La desesperación en mi cuerpo y el terror que sentí cuando las llamas se estaban acercando cada vez a mí. 

— Los bomberos no saben cómo es que la lluvia pudo apagar las llamas del lado del camerino, pero...

— ¿Dónde están?— la interrumpo, antes de que siga hablando— Marcus y Vince, quiero decir.

Por unos segundos, ella luce desconcertada. Y la entiendo. Probablemente no se explica lo que sucedió, al igual que el resto de las personas, pero todo tiene una explicación bastante lógica para mí. Marcus manipuló el agua para apagar unas cuantas llamas y poder sacarme de ese lugar, y no sé cómo, pero sobreviví.

NIGHTEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora