Cuando por fin llega el sábado, me siento aliviada. No solamente porque haya sobrevivido a las primeras semanas en el internado Elekeles, ni porque las clases de esa semana hayan acabado por fin; sino más bien, es porque creo que estoy comenzando a tomarle cariño a esos juegos de las noches.
Así que, se imaginarán mi decepción cuando Dalia entra por la puerta con una mueca de tristeza y hombros encogidos. De todas formas, era de esperar; el día está lluvioso, el frío se cola por cada rincón del internado, y estoy segura de que se avecina una tormenta.
— La mala noticia es que se cancela el juego del sábado— dice ella, recostándose encima de la cama. Está tan abrigada que de repente no sé si está en una habitación o en la nieve— la buena noticia es que los Phelps tiene una fiesta.
Mis ojos se abren con tanta sorpresa que me es imposible disimularlo.
— ¿Una...fiesta?— pregunto, acomodándome un poco en la cama— ¿qué no está...prohibido?
Una pequeña risita se escapa de la boca de mi amiga. Ella no tiene ni siquiera que responder mi pregunta para que yo sepa qué es lo chistoso; aparentemente, yo soy la única que no entiende que la única verdadera regla en Elekeles es que no existen las reglas al menos que alguien te delate. Debí haberlo entendido la primera vez que vi a Dalia escabullirse en la habitación de Evan, o la vez en la que yo misma me escabullí en la habitación con Nikola.
— ¿Supongo que vienes?— pregunta esperanzada. Yo esbozo una pequeña sonrisa.
— Supongo.
Dalia me dice que tenemos que aprovechar los sábados; que son los únicos días donde los profesores desaparecen y que, hoy en particular, muchos no han podido volver al internado debido al clima, así que decido hacerle caso.
Honestamente, no he ido a muchas fiestas en mi vida. Creo que tuve algunas cuando era una niña, pero no sé si cuentan, porque la mayoría fueron pijamadas extrañas en casa de una que otra compañera de curso. Luego, cuando crecí, la mayoría de las fiestas a las que fui fueron un fracaso; en todas terminaba conversando con gente que no me agradaba. Pero ahora, tengo a Dalia y Evan, quienes me caen bien, y también estaría Nikola, si no quisiera asesinarme.
Además, la mayoría de las personas de mi edificio con bastante agradables; he tenido la oportunidad de establecer conversación con más de alguien, así que espero tener esos mismos dotes de sociabilización para la fiesta de los Phelps.
Dalia me ayuda con todo el asunto del vestuario porque no tengo mucha ropa de fiesta, y nunca he sido una experta en maquillaje. Ella mete su cuerpo en un pequeño vestido negro y maquilla sus ojos del mismo color, y no puedo evitar sentir frío sólo de ver sus piernas desnudas modelando unos altos tacones rojos. Una vez que está lista, ella busca un atuendo para mí; un vestido de mezclillas con mangas abultadas, y un abrigo rojo.
— Moriré de frío— le digo, una vez que me pongo ambas prendas y observo la piel desnuda de mis piernas. Ella ríe y niega con el rostro.
— No— me asegura— no lo harás.
Dalia maquilla mis labios de un color rojo tan intenso como el abrigo y me presta unas cuantas cadenas para que yo ponga en mi cuello; luego pongo un poco de máscara en mis pestañas y dejo mi cabello suelto. Una vez que estamos listas y hacemos nuestro camino por el pasillo, me percato de que todo el mundo va camino esa fiesta; justo cuando sentía que iba demasiado arreglada, los atuendos del resto me hacen darme cuenta de lo contrario.
— Estoy tan feliz de tener una amiga— me dice ella a medida que batallamos con cruzar aquel enorme sendero en tacones— temía tener que pasarme todo el semestre al lado de Evan y Nikola.
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NIGHTED
Teen FictionNIGHTED: La reencarnación de la reina Mens Olivia Noboa tiene un talento innato para hacer de su pasado un misterio. No tiene amigos, familiares, y nadie sabe qué sucedió en la última casa de acogida en la que estuvo, lugar que la dejó con un trauma...