Capítulo 16.

69 10 1
                                    

De alguna manera, ya lo sabía. Se me hacía imposible que pudiera soñar tanto con un chico al que apenas vengo conociendo hace unas semanas, por más lindo que me parezca, y todo esto del poder mental que tienen los demonios hace que todo calce de manera perfecta. Vince ha estado metiéndome en mis sueños; el espacio de mi mente más vulnerado posible. Es el único espacio en el que me permito revivir una y otra vez las pesadillas que viví en mi antigua casa de acogida; el único lugar en el que me permito saber que estoy bien ahora, y que yo no tuve la culpa de nada, y él se ha aprovechado de eso, ¿para qué?

La decepción es reemplazada por ira y frustración. Me siento tan encerrada en ese hoyo que siento que no podré salir hasta que uno de ellos me mate. Creo que simplemente no son capaces de dejarme en paz; sé que voy a morir y, aún así, se las ingenian para hacerme sentir peor de lo que ya me siento, por más imposible que suene eso. 

— Hay una muy buena razón— me asegura Marcus, pero ya ni siquiera sé si quiero escuchar su explicación. Ellos encuentran lógica donde yo encuentro estupidez. 

— ¿Hay una muy buena razón para que Vince esté manipulando mis sueños a su antojo?— le pregunto a Marcus, clavando mi mirada en la suya con tanta intensidad que puedo notar la manera en la que sus hombros se encojen. 

Antes de que él pueda decir algo, la ventana de mi habitación se abre con fuerza y el viento y la tormenta hacen su ingreso junto con el aludido. Ni siquiera tengo que girarme para saber que se trata de él; su aroma ha impregnado la habitación de repente y, cuando me giro, noto que sus ojos marrones están fijos en mí. 

Él deja caer su pie desde el marco de la ventana al suelo y acorta la distancia entre nosotros. Mi respiración se ha vuelto dificultosa y mis manos han comenzado a suda con su presencia; el miedo que me provoca que él esté allí es inexplicable, sobre todo después de la última interacción que tuvimos. 

Él esboza una media sonrisa. Sus ojos entonces viajan hasta el libro con curiosidad, y luego nuevamente hacia mí. 

— No he estado manipulando tus sueños a mi antojo— su voz ronca hace eco en la habitación, y sólo entonces puedo soltar todo el aire que había retenido en los pulmones. Antes de que yo o Marcus pueda intervenir, los ojos de Vince se dirigen a su hermano— ¿nos das un momento?— le pide.

Marcus titubea unos cuantos segundos, pero, finalmente, accede. Él me lanza una última mirada cargada de disculpas antes de desaparecer por la puerta, dejándome a solas con Vince. 

Vince da unos cuantos pasos atrás para sentarse en la cama de Dalia, dejando caer su cuerpo a unos cuantos metros en frente de mí. Del otro lado, yo lo observo con atención. Su mandíbula está tensa, al igual que todo el resto de su cuerpo. Sus codos reposan encima de sus rodillas, y su figura está inclinada en mi dirección. Pareciera como si él pudiera oler el terror que me provoca de repente, porque es como si estuviera haciendo su mejor esfuerzo por suavizar un poco sus facciones. 

— No he estado manipulando tus sueños a mi antojo, Olivia— él repite la misma frase que me dijo hace unos segundos atrás. Yo dejo salir una entrecortada respiración de mi boca; estoy a punto de decir algo, pero él me interrumpe— sí me he metido en tus sueños, pero no los he estado manipulando— mis ojos de repente se abren esperanzados; pero él descarta toda posibilidad de poseer, aunque sea, un poco de decencia— no me malentiendas. No es que no haya intentado hacerlo; es que no puedo.

No puedo evitar sentirme sorprendida ante su confesión, a pesar de la ira que me inunda porque él esté intentando jugar con mi mente. 

— No puedo leer tu mente, no puedo manipular tus sueños. No sé qué tienes Olivia— su voz se ha enronquecido unos cuantos tonos más— pero me haces sentir débil. 

NIGHTEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora