Capítulo 4

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PABLO
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-¡Me cago en tu madre! Ya la has roto.

Apreté los ojos y dejé escapar un gruñido en cuanto escuché los gritos de Javi retumbando desde algún lugar de la casa. Agarré la sábana y me tapé por completo deseando que los gritos cesasen y pudiera seguir durmiendo plácidamente. Pero fue inútil, en cuanto me moví un palmo hacia la izquierda pude notar el aroma de Malena, se impregnó en mis sábanas y no hice nada para sacarlo. Lo evitaba, porque olerlo me mataba, pero a pesar de eso quise que permaneciera junto a mí hasta que se evaporara.

Y de nuevo otro sonido, este fue más fuerte y debido a la gravedad tuve que pegar un salto y bajarme de la cama. Con los ojos aún cerrados me fui chocando con todo hasta que fui capaz de prender la luz. Apreté los ojos debido a la claridad. Volví a gruñir enfadado y con torpeza busqué mi móvil. Esperaba ver alguna notificación, una en especial, pero entre las tantas que tuve aquel día ninguna era la que esperaba con tanta ansia. Resoplé frustrado y me acerqué a la ventana, subí la persiana y la abrí para ventilar la habitación. Me apoyé en el marco y durante unos segundos tuve el placer que admirar el cielo nublado, amenazaba constantemente con llover.

-¿Pablo estás despierto?-la voz de Nacho me sacó de mis pensamientos.

-Sí, ahora salgo-ni siquiera me molesté en gritar.

Me alejé de la ventana y caminé descalzo hasta la puerta, la abrí esperando encontrarme a mi primo detrás de ella, pero lo cierto fue que me topé con aire. Nacho desapareció de mi campo de visión. Dejé la puerta abierta y dejé que mis pies siguieran el rumbo de los gritos. La cabeza comenzó a darme vueltas, toda la falta de sueño comenzó a darme toques de atención.

-¿Se puede saber qué pasa?-tapé mi rostro con las manos esperando que la discusión entre mis amigos se acabase.

-Que Carlos ha roto el microondas-Javi se encontraba fuera de si.

-Y tú te has cargado la lámpara que nos dejó la madre de Pablo-le encaró Carlos a Javi.

-Bueno pues ya esta bien-dije levantando una mano-empate a uno.

Rodé los ojos y fui directo a la cocina. Las doce del mediodía y la casa daba asco. Tanto que hasta quise huir y no volver nunca. Me preparé un vaso de agua con limón y suspiré. Vivir con amigos estaba muy bien hasta se hacía realidad y tenías que convivir.

-Esto de la convivencia es una puta mierda-se quejó Nacho pateando una caja de pizza.

Abrí los ojos encogiéndome de hombros y escuché la puerta cerrarse. Un portazo más, uno de esos que son capaces de desestabilizar a cualquiera. Temí por la integridad física de la puerta.

-¿No te ha contestado?-preguntó Nacho y yo negué sabiendo que se refería a Malena.

-Ni siquiera lo ha visto.

Abatido fui a la nevera y saqué un cartón de leche. Nunca me gustó desayunar justo al levantarme, pero si esperaba un poco más se me iba a juntar con la comida. Siempre respeté eso de las cinco comidas diarias y cuando me lo saltaba, el día se volvía disconforme. Me sentía raro.

Cerré los ojos unos instantes y me transporté a tres años atrás, cuando la conocí y cuando sentí que mi mundo se detenía al mirarla fijamente a los ojos. Solía ser algo tímido de primeras y con ella me costó dar el paso, solo fue un momento, algo corto para mi gusto, pero lo suficientemente intenso como para recordarlo todos los días de mi vida. Ni siquiera se podía considerar amor, algo que sucedió en un día no se puede considerar amor, el inicio de algo que no fue o que no perduró. Porque como dijo Sech un vez "no fue prudente que les llames amor a lo que sucedió una noche solamente".

Endless Nights ▪︎ PABLO TORREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora