Capítulo 25

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Aquel dolor tan desgarrador, aquel grito al aire camuflado de resignación, aquellas lágrimas sin fin que fueron cayendo una a una hasta formar un gran mar de pena y dolor. Aquellas almas desoladas, aquella masacre que se acabó haciendo realidad, aquellos miedos que se volvieron crueles, aquella llamada que lo cambió absolutamente todo. Una simple acción que acabó con la vida de toda una familia.

Pablo miró a Malena mientras ella apenas quería salir de la cama. Dos semanas habían pasado desde que se encontraron el cuerpo de Tatiana sin vida. Dos semanas en las que una familia estuvo muerta en vida. Una familia rota por el dolor, buscando justicia y tratando de comprender el porqué de aquellos actos.

La puerta se abrió lentamente, Óscar, el tío de Malena y padre de Tatiana, se dejó ver entre la oscuridad de la habitación.

-Pablo-apenas tenía voz, trataba de ser fuerte, pero en cuanto se encontraba en soledad su alma se rompía.

El cántabro se levantó de la cama y caminó con desgana, a él también le afectó de alguna forma. Con Tatiana no tenía una relación muy estrecha, pero al final le cogió mucho cariño.

-¿Puedes encargarte de Alejo hoy?-Pablo percibió que Óscar apenas había dormido, ojeras marcadas, cara de cansancio y una expresión facial completamente rota.

-Hoy y siempre-sonrió el cántabro con compasión.

-Gracias. Por cierto, ¿cómo está Malena?-se preocupó su tío.

-Durmiendo, parece ser que las pastillas esta vez si han hecho efecto.

-Están siendo unos días muy duros. Gracias por estar ahí, te estamos muy agradecidos.

-No me cuesta nada y sabes que lo hago encantado-sonrió Pablo y se disculpó. 

Óscar desapareció por la casa y Pablo caminó decidido a la habitación de Alejo. Abrió la puerta poco a poco, el niño estaba despierto, sentado sobre el colchón y con cara de preocupación.

-¿Dónde está mamá?-preguntó el peque de una forma un tanto agresiva.

Pablo se llevó las manos a la cara y suspiró. Había escuchado a Úrsula explicarle más o menos lo que ocurrió, pero Alejo no dejaba de ser un niño de tres años con una mamitis tremenda.

-Mira ven-Pablo encendió la luz y aprovechando que todavía era de noche se le ocurrió una idea que quizás podía funcionar.

Acortó la distancia y cogió al niño en brazos, se acercó el pequeño balcón y suspiró. La brisa nocturna les saludó, refrescaba un poco, pero nada del otro mundo. Miró al cielo por inercia y el niño imitó su gesto.

-Si miras al cielo, ¿cuál es la estrella que más te gusta?-preguntó Pablo posando la mirada en el pequeño Alejo.

El peque dudó por unos instantes, pero en cuanto tuvo clara su respuesta alzó el brazo y el dedo índice y señaló la estrella que más brillaba en el firmamento.

-¡Esa!-gritó.

-Pues ahí está mamá-dijo Pablo-. Esa estrella es mamá y aunque ahora no esté aquí contigo, todas las noches lo estará. Y todas las mañanas porque aunque no se vea, va a estar ahí.

-Pero el cielo está muy lejos-Alejó miró a Pablo a los ojos haciendo pucheros.

-La mamá se ha ido al cielo para siempre cariño, cuando quieras un abrazo suyo ves a la abuela y dile que la quieres. O incluso a Lenita que no sabes la falta que le hace-el cántabro le peinó con un poco el pelo y con su pulgar acarició su mejilla.

-Y, ¿a ti? ¿A ti te puedo dar un abrazo?

Pablo asintió emocionado y el niño se abrazó a él. El futbolista acarició la espalda del pequeño mientras que luchaba por controlar las lágrimas que amenzaban con fuerza con caer de su rostro.

Endless Nights ▪︎ PABLO TORREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora