Capítulo 12

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Malena
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-¡Malena!-noté como unas manos me movían-. ¡Malena!-gritos camuflados en susurros.

Abrí los ojos poco a poco, la oscuridad de la habitación me cegó, no vi nada, me tentó de nuevo volverme a dormir. Pero de repente, de la nada, entre la oscuridad que acechaba aquel momento de la mañana, la vi a ella, a mi prima.

-¿Qué quieres?-me moví de forma remolona, me aferré a la sábana y me di cuenta de que no estaba sola.

Por inercia, supongo, me levanté y enchufé la luz de la lamparita de noche. Pablo descansaba a mi lado, con el torso al aire y boca abajo parecía estar inmerso en un sueño profundo. Me tapé la cara con las manos tratando de recordar lo que pasó durante la noche. Una visión borrosa y nada clara inundó mi mente.

-Malena-la voz de mi prima de nuevo-, que me voy a la peluquería, Alejo no tardará en despertarse.

-Vale, vale. Ahora voy a su habitación. Dame unos segundos que ahora mismo no sé ni como me llamo-los ojos se me cerraban por momentos.

Supe que había dormido poco, no recordé a que hora llegué a casa, es más, creo que apenas dormí más de tres horas. Pero las lagunas mentales que tuve me produjeron un horror tremendo. ¿Tanto bebí aquella noche?

Tatiana se despidió de mí con un beso en la frente y apagó la luz. El cántabro ni siquiera sé inmutó, dormía plácidamente. Asomé un poco la cabeza y sonreí al verlo tan mono. En aquel momento entendí a los chicos a los que les gustaba ver a su pareja dormir. Me froté los ojos para intentar despejarme y salí de la cama. Metí los pies en las chanclas y suspiré. Traté de no hacer ruido y salir de la habitación con sigilo. Sonreí al ver que llevaba su camiseta puesta. Cerré la puerta y me asomé por las escaleras. La casa parecía tranquila, la última en irse siempre era mi tía Úrsula, la cual procedió a abandonar la casa en aquel preciso instante.

Suspiré y caminé hasta el final del pasillo, donde estaba situada la habitación de Alejo. Mi tío se empeñó, no hacía mucho, en que el peque tuviese una habitación para él solo, le costó una lucha interna contra Tatiana, pero al final, como siempre, su palabra prevaleció. Abrí con cuidado la puerta, esperando a que estuviera dormido y así poder descansar un poco más, pero mis deseos se vieron truncados en cuanto abrí la puerta y vi a Alejo sentado sobre la cama jugando con un león de peluche.

-Hola-saludé con una sonrisa, traté de ser lo más simpática y cuidadosa del mundo-, ¿puedo pasar?

El chiquillo me miró con los ojos muy abiertos, se lo pensó y tras dudar durante unos segundos muy largos, asintió con la cabeza. Entré en la habitación dejando la puerta abierta y caminé hasta la cama.

-¿Quieres desayunar en la terraza?-le señalé el pequeño balcón que había en su habitación.

De nuevo, el nene me miró pensativo. Me dio la sensación de que pensaba una y otra vez las cosas hasta que al final se decidía, fue como si tuviese miedo a todo. Me puse en su lugar y realmente comprendí su dolor y su negatividad ante todo.

Volvió a asentir con la cabeza. Sonreí y estiré mi mano para que me acompañase a la cocina. Alejo se bajó de la cama y tras colocarse en los pies las zapatillas de andar por casa, caminó hasta mi posición. Agarró mi mano con temor, acaricié su piel para mostrarle afecto y tranquilidad. Tratando de arrebatarle el miedo.

Entramos en la cocina y le preparé la leche justo como le gustaba mientras tanto él se dedicó a elegir las galletas que quería. Casi nunca solía comer galletas para desayunar, pero durante el verano Tatiana lo consentía.

Endless Nights ▪︎ PABLO TORREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora