V. La verdad como un plato cuyo sabor nadie comparte.

347 63 3
                                    


—Yo conozco las bombas de limón de Kajii Motojiro, y puedo decir que las heridas infringidas a Kunikida no corresponden a esos explosivos. Son menos letales que si fueran provocadas por las verdaderas bombas de limón —explicó Yosano.

—Pero, ¿y si sólo es en apariencia? Quiero decir, ¿y si Motojiro bajó a conciencia la potencia de sus bombas para despistar? —sugirió Tanizaki, apenas distinguible en la oscuridad de la habitación. Kyoka lo apoyó.

—No podría saber eso sólo viendo las heridas. No soy Ranpo —objetó Akiko con mal humor.

—¿Tú que piensas, Dazai-kun? —preguntó Fukuzawa.

Dazai había estado silencioso como ningún otro día. Tenía unas ojeras enormes, y su cabello estaba ligeramente desalineado. No parecía haber dormido ni un minuto.

—Es una posibilidad, sin embargo, yo no apostaría por ello. Kajii Motojiro no se preocupa por ser discreto. En todo caso, si quisiera despistar hubiera bastado con cambiar la apariencia de las bombas —replicó Dazai en tono lúgubre, casi indiferente.

Atsushi-kun se encogió en su lugar, cohibido por la seriedad del asunto. Ver el lugar vacío de Kunikida le hizo sentir aún peor.

—Todo sería más fácil si Ranpo-san estuviera aquí —mencionó Tanizaki, viendo el asiento vacío de al lado. Su hermana estaba ocupada en otros asuntos de la oficina, y no había podido acompañarlo a la sesión.

El presidente cerró los ojos, y meditó un poco. Cuando los volvió a abrir, parecía tener una solución en mente.

—No podemos quedarnos a suponer mientras planean un nuevo golpe a nuestras espaldas. Confrontaremos a la Port Mafia. Si son culpables, los haremos pagar por su atrevimiento. Si no lo son, habremos encontrado un enemigo en común, y estableceremos una tregua entre ambas organizaciones, para llegar al verdadero culpable de esto. ¿Alguna objeción? —Nadie contestó, por lo que continuó—: Bien. Ahora, ¿quiénes serán los encargados de ir a la Port Mafia?

Su primera opción fue Dazai. Lo miró a los ojos negros, inexpresivos, buscando una respuesta. Osamu negó lentamente.

—Yo lo haré —dijo la doctora. Tenía sus manos en sus caderas, y una mirada decisiva en el rostro.

El director hizo una mueca.

—¿Estás segura? —preguntó con un deje de amabilidad en la voz.

—¿Por qué no habría de estarlo? Si vamos y son culpables, tendré la oportunidad de patear el trasero de Kajii Motojiro una vez más, y si no lo son, entonces habré creado una alianza con ellos. Por donde se vea, es un honor llevar a cabo esta misión.

—Yo también voy —dijo Kenji, levantando la mano con ánimo.

—Y yo —se ofreció Atsushi.

—Yo iré también —dijo Kyoka con voz suave.

—Ya que estamos, igual yo —murmuró Tanizaki, levantando su mano con timidez.

Fukuzawa sonrió.

—Entonces, vayan.

...

Ofrecerse había sido más sencillo que hacerlo. Desde el momento en que las tres torres negras de la Port Mafia se dejaron ver, Atsushi no había dejado de sentir cierta inquietud. No obstante, no se arrepentía, por mucho que sus manos temblaran.

El rey celeste  [KunikiDazai]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora