XXIX. El padre de la indiferencia.

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Escribió cosas comunes en una libreta común. Por un instante, tuvo pensamientos comunes mientras tenía un desayuno común. El café negro, con apenas una pizca de azúcar, su pan de frijol dulce, con un sabor normal, y aquella mañana, con un color brillante no exento de normalidad.

Todo cuanto lo rodeaba era común, pero el cansancio lo pintaba todo de un celeste tan nauseabundo. No pudo terminar el desayuno. Un par de palabras, un sorbo, una pequeña mordida. Fue todo lo que hizo antes de salir a la calle.

Kunikida miró hacia el cielo despejado, y no pudo evitar tapar el sol con su mano para observar los insignificantes cirros que sobrevolaban en el este. Pronto desistió de aquello, y caminó hacia la agencia.

No llegó a ninguna parte.

Una camioneta blanca se estacionó a su lado, de manera tan repentina que apenas y pudo verlos. Varios hombres se bajaron del auto en un parpadeo, y lo secuestraron. Lo único que quedó de aquel momento de inquietud fue una estela de polvo, y los ojos horrorizados de la mesera de la cafetería.

...

—Fue secuestrado hace veintiséis minutos frente al café Uzumaki. Según declaraciones del personal, cuatro personas bajaron de la camioneta y se lo llevaron. No hay placas, y tampoco fotografías. Es todo lo que tenemos —declaró Yosano.

Dazai sentía que los huesos se le pudrían cuanto más tiempo seguía sentado frente a esa misma mesa de reuniones. La angustia en el rostro ajeno se sentía como propia. El temor había reemplazado al aire.

—Ranpo no contesta —dijo Poe, al borde del llanto. Casi al mismo tiempo que la llamada de la chica, Poe había llegado a la agencia, alarmado por la ausencia repentina de Ranpo—. ¿Y si lo secuestraron? Tal vez sea una venganza por el grupo de Tanaka. Después de todo, fue Ranpo quién lo descubrió todo.

Nadie le contestó, porque nadie se sentía en condiciones de afirmar nada. Y aquella inseguridad fue la gota que colmó el vaso para Dazai.

—Escuchen, no creo que la desaparición de ambos esté conectada —concluyó Dazai, y se levantó de su asiento. Le pidió a Atsushi un mapa de Yokohama, y él lo trajo en un segundo—. Tampoco creo que sean parte del grupo de Tanaka. Más bien, creo que es otro grupo. ¿Dónde están los documentos de la división especial? —Cuando también se los trajeron, los hojeó, y de ellos extrajo un total de ocho hojas, cada una con la foto de un criminal—. El Rey Celeste va tras los miembros de esta organización inexistente. Según las comparaciones de los últimos casos, estos son los únicos miembros que siguen vivos, o que no han sido determinados como muertos. Uno de estos ocho ya se percató de lo que sucede, y actuó.

—Pero, ¿por qué secuestró a Kunikida y no al impostor del Rey Celeste? —preguntó Atsushi sin entender nada del todo.

Dazai frunció el ceño, y aunque quiso hablar, las palabras no le salieron.

—Porque la agencia también está detrás de ellos —respondió Yosano—. A raíz del caso de Tanaka Jouji, tal vez se desarrolló un rumor de que la agencia coopera con el Rey Celeste. Esta es la explicación más lógica.

—Ya veo...

Por instantes, el silencio se figuró inalterable en torno a ellos. Dazai carraspeó, y prosiguió:

—El punto es, que cinco de estos delincuentes ya no está en ninguna organización, y dos de ellos está en prisión. Esto sólo nos deja con Hiroshi Takahashi, que tiene una pequeña banda de delincuentes; lo más cercano a una organización —Echó un último vistazo a los antecedentes del hombre, y luego marcó cuatro lugares en el mapa—. Esta es la dirección donde él vive, esta otra donde su grupo y él se reúnen, otro punto común de reunión, y finalmente, esta —señaló una fábrica, dícese funcional, de jabón—. Nunca se ha confirmado, pero varias fuentes aseguran haberlo visto ahí en reiteradas ocasiones. Sugiero que nos dividamos, y busquemos en cada una de ellas.

—Apoyo la idea —dijo Yosano, y tras ella se le sumaron todos a excepción de Poe y Naomi. Ellos buscarían a Ranpo.

—Se lo notificaré al director —dijo Naomi, y salió de la habitación. Dazai la miró irse con cierto mal augurio. El hecho de no ver al presidente llegar aquella mañana lo preocupaba. Pero no tanto como la ausencia de Kunikida.

...

Cuando él y Atsushi llegaron al lugar principal de reunión no se sorprendieron al no ver a nadie. Es más, hasta se lo esperaban. Yosano y Kyoka no habían encontrado nada en la casa de Hiroshi, y Kenji y Tanizaki tampoco habían hallado a nadie en el punto secundario de reunión.

Se decepcionaron al no encontrar a nadie, sin embargo, esa misma ausencia hablaba bastante del caso.

«¿Y si llamo a Ango? ¿Qué más da un favor más a la División Especial?» Pensaba Dazai al momento en el que el teléfono de Atsushi sonó. Se trataba de Tanizaki.

—¡Encontraron algo en la fábrica de jabón! —anunció Atsushi, todavía sin colgar. Al principio, Dazai lo miró desinteresado, como si no hubiera valor en aquel descubrimiento. No obstante, sus expectativas cambiaron casi de inmediato —. Dice Tanizaki que hay sangre fresca en las afueras del lugar. Quizá encontremos algo.

—Pásamelo —pidió Dazai, y tomó el teléfono—. Escucha, Tanizaki, retírate del lugar.

—¿Eh? ¿Por qué? Estoy usando mi habilidad, no se han dado cuenta de que estoy aquí. Puedo mezclarme entre el personal y entrar. Tal vez haya un sótano, o algo.

—Tal vez, pero si realmente tienen ahí a Kunikida y te descubren, podrían matarlo o tomarte de rehén junto con él. No queremos que nada de eso ocurra. Analizaremos la situación, y luego afrontaremos el problema.

—De acuerdo —contestó Tanizaki, con el enojo enfriando su voz, y colgó.

—Dazai-san, ¿está bien?

No fue hasta que Atsushi se lo preguntó, que se percató de la película de sudor frío que cubría su frente. Se sentía repentinamente afiebrado, como un pre acto antes de una gripa. Dazai fingió una sonrisa.

—¡Estoy completamente bien! Sólo me preocupa Kunikida. Ven, volvamos a la agencia, ahí decidiremos como actuar.

Atsushi le sonrió de vuelta, no muy convencido. Aún así, lo siguió hasta la calle y caminaron por varias cuadras. En una esquina, Atsushi se distrajo con el ruido de un pequeño choque automovilístico. Fue apenas un leve golpe, al menos el primero. Detrás de ellos, otros carros se estamparon, y otros, hasta que se ocasionó un gran embotellamiento. Las alarmas y las sirenas no tardaron en escucharse.

—Todo esto es muy extraño, Dazai-san —murmuró Atsushi, con el rostro todavía más pálido—. ¿No ha pensado en que...?

Ya no pudo seguir. Miró para todos lados, pero no había equivocación en su vista: Dazai había desaparecido.  



El rey celeste  [KunikiDazai]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora