XV. El pasado nunca olvida.

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El silencio súbito de la oficina le recordó a aquella noche de hace un mes. En medio de la madrugada, con tal sólo los latidos de Kunikida como compañía, Dazai se hundía en su mar de remembranzas. Escuchaba su corazón latir tan tranquilamente, con tanta paz, como si de verdad lo que él sabía no significara nada.

«Ellos... realmente se parecen... —pensó Dazai—. Y, sin embargo, son tan distintos...»

A Oda nunca le había importado que fuera un ejecutivo de la mafia; Nunca le había cuestionado nada, y siempre lo había escuchado; Sus consuelos fueron, durante mucho tiempo, los únicos pilares que sostuvieron su vida.

Cuando fueron derrumbados, sintió que su vida fue arrojada a una caída libre. No obstante, y una vez más, su último consejo fue el pilar que lo mantuvo arriba, por encima de la muerte, por arriba de lo que fuera que se escondiera en las penumbras del abismo que sería su tumba.

Ahora, cada latido de Kunikida se convertía en una nueva estrella en su firmamento, un cielo que deseaba ver y proteger por siempre.

«¿Cuánto dura un "para siempre"?»

Lo había pensando desde que Kunikida cerró los ojos a eso de las doce de la noche. Ahora, a las cuatro de la mañana, se cuestionaba si el consejo de Yosano era tan malo.

«El problema no es que Kunikida niegue a su hermano —reflexionó, alejándose del cuerpo cálido de Kunikida para ver mejor su rostro, tan escasamente relajado en los últimos días—. El problema es lo que viene después.»

Dazai creía que le mentiría, por la simple y vana razón de que eso es lo que él haría.

«Pero él no es como yo.»

Entonces, ¿por qué se aferraba tanto a esa opción?

«¿A qué le temó? ¿A que diga que es verdad, que por algún azar del destino su hermano mayor fue el Rey Celeste?»

Aquel pensamiento lo golpeó con toda su brutalidad, y se hizo un espacio entre su mundo de teorías. Si aquello era verdad, y Kunikida Tatsuo fue el primer Rey Celeste, significaría que Kunikida fue su ayudante, o, en un camino mucho más trágico, Doppo conspiró contra él sin saber que su hermano seguía con vida.

«Con base en lo que escuche, puedo decir que Kunikida supo al final quien era el rey celeste al final de todo. Lo que quiere decir qué...»

En la oscuridad de la mañana prematura, Dazai era incapaz de ver el rostro de Doppo. Sacó una mano de debajo de las mantas, hacia la solitaria frialdad de la habitación. Lentamente acercó su mano al rostro de Kunikida, deteniéndose nada más alcanzar su piel con la punta de los dedos. Y entonces acunó su rostro contra su mano, como si temiera que su rostro se desvaneciera como humo entre sus dedos.

Observó sus pestañas, y un lunar en la frente que yacía escondido debajo de su cabello. También miró sus ojeras, y se preguntó si alguna vez Kunikida pasó por las mismas noches eternas que él.

«¿Qué pensabas en aquellos momentos?»

Dazai no encontraba las palabras para describir el sentimiento de culpa que Kunikida podía llegar a albergar. Quería convencerse de que no eran más que ideas suyas, pero no podía quitarse la idea de la cabeza; Antes perdería la cabeza que las ideas.

Inerte en su mar de pensamientos, sintió de pronto como la cabeza de Kunikida se giraba y besaba la palma de su mano. En un acto por completo espontáneo, Dazai sonrió, y recordó lo tímido que había sido la primera vez que durmieron juntos. Ahora parecía incluso más desvergonzado que él.

El rey celeste  [KunikiDazai]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora