XXXIII. Caída libre.

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El vídeo está en todas partes. El celeste cubre todas las pantallas, y se escurre hasta los ojos de quienes las miran.

—Soy el rey que gobierna bajo el cielo —dice una voz distorsionada, grave, resonante a pesar de la máscara que cubre su boca.

El atentado en las oficinas del gobierno está en la portada de todos los periódicos. Las fotografías dispersas, un hombre encapuchado de celeste que sostiene un arma. Sólo hay un muerto.

—Soy el rey que desvela el pasado desde el presente, y determinó el futuro desde los crímenes del ayer.

La sala de juntas está llena. Ranpo está al frente, de pie. En la pantalla de proyecciones se transmiten las noticias en vivo. Cientos de personas caminan por las calles, vestidas por completo de celeste.

—Soy la justicia que no ha sido corrompida, y mi juicio es la ley.

Las personas sostienen carteles, y gritan. Defienden la justicia que los altos mandos jamás pudieron darles. Una anciana llora mientras sostiene una foto de su hijo. Frente a la cámara, expone a la ciudad la tranquilidad que le ha traído el Rey Celeste a su vida.

—Si el Rey Celeste no se hubiera llevado a mi hijo, probablemente él me hubiera llevado a mí, como a tantas otras vidas... El Rey Celeste es justo.

—Las sentencias han sido declaradas. Desde hace tiempo, y hasta hoy, he teñido a Yokohama de rojo.

Todas las personas en la manifestación declaran lo mismo. Una y otra vez, la salvación no para de salir de sus bocas.

—No hay actos en vano, no hay crueldad ni vanidad en la sangre que se derrama sobre lo que se pudre bajo la tierra y en los corazones intranquilos.

Ranpo los voltea a ver. Observa los ojos irritados de Yosano, la cara desencajada de Atsushi, la confusión de la inocencia inmaculada de Kenji.

—Yo soy el Rey Celeste.

—Kunikida es el Rey Celeste —confiesa Ranpo, frente a toda la sala.

Naomi se lleva las manos a la boca, y deja caer el té que había preparado. Yosano se retira de la sala, sin más. Atsushi quiere gritar, pero no encuentra que palabras poner en su boca. Kyoka agacha el rostro, y toma la mano de Atsushi entre las suyas.

Ranpo voltea a ver a Fukuzawa, y él sólo asiente. No dice nada, pero en sus ojos se refleja el celeste, la tristeza, la desolación. Edogawa se da cuenta de que lo que está viendo en los ojos ajenos es su propio reflejo. Y por primera vez en mucho tiempo, se percata de que no sabe qué hacer. Nadie lo sabe.

—Y fui paz.



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Otro capítulo corto, por beneficios del guion (No me sé otra excusa).

Ya sólo quedan ocho capítulos para el final. ¡Qué rápido ha pasado todo! Todavía parece que fue ayer cuando estaba (re) mirando Bungou Stray  Dogs, y llegué a la parte del Rey Azur (O azul o celeste, como lo hayan mencionado los confiables subtítulos), y se me ocurrió la primicia de esta historia.

¡Muchas gracias por sus votos y comentarios, me motivaron y me motivan bastante!

Hasta luego;)


El rey celeste  [KunikiDazai]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora